Aula Precaria. La prueba bajo examen

Luis Jaime Cisneros

Ha hecho bien La República, adelantándose al Ministerio de Educación, en publicar los temas propuestos recientemente a los profesores, y las respuestas correspondientes. Eso permite emitir un juicio cabal y, sobre todo, asignar una justa y adecuada interpretación de lo sucedido. En este mismo diario han adelantado opinión, que comparto, Patricia Arregui y los profesores, Cuenca y Díaz. Quizás convenga poner al lector en antecedentes sobre las clases de examen y la organización de las pruebas respectivas.

Una prueba de evaluación tiene objetivos distintos de una prueba de conocimientos: ésta procura averiguar lo aprendido y asimilado, en tanto que la primera quiere documentarse sobre aptitudes y actitudes, comportamientos, en función de responsabilidades por asumir. Si la prueba de conocimientos busca medir en qué medida, y en qué grado se han adquirido conocimientos indispensables, está juzgando sobre el pasado. Una evaluación procura indagar las condiciones para adquirir nuevos conocimientos, así como la aptitud para asumir responsabilidades futuras (de estudio, de investigación, de conducción de personal), a las que no se ha estado habituado. Para aprobar primaria y secundaria, hay pruebas de conocimiento. Para ingresar a la universidad (y dentro de ella, para algunas especialidades), hay pruebas de evaluación.

Ahora bien: todo examen supone gran responsabilidad para el encargado de preparar el temario. Una prueba de conocimiento tendrá en cuenta lo que debería haberse aprendido (hay que tomar en cuenta lo dictado, las lecturas recomendadas, los trabajos realizados). Hay técnicas especiales al respecto, y buena bibliografía que los expertos en estos menesteres consultan. Pero una prueba (tanto de conocimiento como de evaluación) no respalda su valor y su calidad por los temas propuestos, ni por la manera de formularlos. El valor de un examen lo da una estricta relación entre las preguntas y las respuestas. Quienes estamos habituados a tales menesteres, sabemos que si más de un 20% de los convocados no aprueban un examen, algo ha ocurrido con la prueba. Muchos factores pueden ser los responsables, y solamente voy a enumerar los más sobresalientes: a) no se ha tomado en cuenta lo que realmente han logrado leer los convocados, sino lo que deberían haber leído; b) se ha asignado menos tiempo del requerido para todo el examen, o el relativo a determinadas preguntas; c) algunas preguntas no han sido formuladas con claridad; d) algunas de las opciones propuestas pueden prestarse a confusión; e) el temario no ha merecido la debida preparación; f) la prueba ha sido preparada por persona ajena al modus operandi profesional.

Hechas estas advertencias, paso a tratar, con respetuosa consideración, la prueba publicada. Reconozco que el Ministerio se ha preocupado por ofrecer un testimonio indispensable de imparcialidad: ha querido una prueba seria, ciertamente rigurosa. Los profesores no han vacilado en aceptar el reto, como buen síntoma de colaboración. Con toda la consideración que tenemos por ESAN, no creo que haya sido un acierto encomendarle la preparación del temario. ESAN es una prestigiosa institución de estudios de posgrado, y su consagrada especialidad no es la pedagogía. Tal vez debió pensarse en dos instituciones que ofrecían condiciones esperables: La Cantuta y la Normal de Mujeres, con idéntica opción. Ambos institutos están habituados a preparar y evaluar profesores.

He leído y releído el temario. No soy un pedagogo, soy apenas un profesor universitario, con poca experiencia en enseñanza escolar. Puedo opinar, tal vez, solamente sobre disciplinas vinculadas con mi labor docente. Me atrevo a opinar, asimismo, sobre el test psicológico por mi larga experiencia de jurado en los exámenes de ingreso a la universidad. Mi primera observación es que la prueba ofrece dos direcciones: una mira a ‘conocimientos’, otra mira a ‘evaluación’. Y lo más importante: si se buscaba evaluar la capacidad docente (el profesor frente a los temas, el profesor y su autoestima, el profesor frente al alumno rebelde y frente al estudioso), no he hallado en el temario nada relacionado con la docencia. Todo lo que constituía el Objetivo 3 del Proyecto Educativo Nacional presentado por el Consejo Nacional de Educación: el docente «en el marco de una carrera pública centrada en el desempeño responsable y efectivo, así como de una formación continua o integral».

Agregado a las reflexiones suscitadas, lo ocurrido contribuye a que meditemos respecto a las próximas pruebas. Y una preocupación: urge que decidamos una evaluación imprescindible. Hay que evaluar la política educativa: lo que viene ocurriendo nos exige responder a nuestra responsabilidad como ciudadanos. La educación está en crisis. Se necesita coraje y fe en el porvenir para salir del caos.

http://www.larepublica.com.pe/content/view/212135/481/

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