360º: volteretazo máximo

Mirko Lauer

Los recientes abrazos de Máximo San Román con Keiko Fujimori no merecen más que una sonrisa melancólica. El exitoso panificador cusqueño no le va a añadir votos al fujimorismo, y más bien echa por la borda una trayectoria que merecía consideración. Hay allí una inexplicable confusión que algo tiene que ver con el amor propio.

Los maltratos de Alberto Fujimori a su vicepresidente desde el primer día (no le permitió el ingreso a la cena inaugural en Palacio, por ejemplo) son parte de la petite histoire de esos tiempos. Llegado el golpe de 1992 San Román reaccionó con dignidad, asumiendo sin vacilar el partido de la democracia defenestrada.

Aceptó que el disuelto Congreso lo eligiera Presidente Constitucional de la República en reemplazo del golpista, y se retiró de Cambio 90, el membrete fujimorista de ese momento. El gesto no cuajó. Desde entonces fue un activista por la democracia, pero también un ave sin nido en la política electoral. Varias veces el electorado no reconoció sus méritos democráticos.

En el 2007, con Fujimori ya extraditado en Lima, reveló que él personalmente le había entregado un expediente completo con el informe de inteligencia sobre la masacre de Barrios Altos. Ese mismo año se declaró dispuesto a declarar sobre el tema en el juicio a Fujimori, quien a su vez llamó a la versión de San Román “una patraña”.

Sin duda San Román tiene derecho a treparse al carro del fujimorismo, y a esperar por su propio bien que este tenga la memoria tan mala como él mismo. ¿Pero por qué lo hace? El temor del empresario a Ollanta Humala es una explicación. Los conocimientos de hipnotismo de Pedro Pablo Kuczynski es otra. No descartemos un cierto gusto por la peliculina.

Pero sin saberlo San Román está haciendo historia, o más bien repitiéndola. Pues se ha vuelto una versión de todos aquellos que se pasaron al fujimorismo en determinado momento. Algunos lo hicieron cuando ganó en 1990, otros cuando dio el golpe en 1992. Lo de San Román es más complicado: se pasó a la democracia con el golpe, y ahora abraza lo que ayer condenaba.

Se nos dirá que se puede cambiar de ideas. Pero hacerlo en pleno proceso electoral siempre se presta a comentarios. San Román se ha sacrificado ante el altar de la polarización. No creemos que por oportunismo, pues San Román tiene que sospechar que un fujimorismo victorioso no le daría ni agua. Fujimori padre debe seguir pensando lo mismo sobre él.

Las diatribas de San Román contra Keiko Fujimori hace un mes eran idénticas a las que ahora está haciendo contra Ollanta Humala. Llegó a sostener en ese momento (el 13 de abril en Ideele Radio) que ella tendrá que liberar también a Vladimiro Montesinos para que él no le destape secretos. Que se vaya preparando para la posibilidad de saludarlo cuando salga libre.

http://www.larepublica.pe/15-05-2011/360-volteretazo-maximo

Carlin 2011 0517.jpg

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*