Balance de contusos 2

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Nelson Manrique

La victoria de Ollanta Humala cierra una de las campañas presidenciales más encarnizadas de las que se tenga memoria. Una gran movilización ciudadana logró cerrar el paso al retorno del fujimorismo al poder. Varios factores han contribuido a este desenlace.

Comencemos por los coyunturales. En primer lugar los desastrosos voceros naranja: Martha Chávez amenazando al juez César San Martín por condenar a prisión a Alberto Fujimori, María Luisa Cuculiza prometiendo a los jóvenes convertir al Perú en un cuartel, Jorge Trelles ufanándose de que ellos mataron menos, Luis Delgado Aparicio reprobando el examen de comprensión lectora que le tomó Rosa María Palacios. Keiko Fujimori puso también su grano de arena, con un lapsus muy expresivo en pleno debate con Humala: “la gran mayoría” de quienes trabajan a mi lado son personas intachables.

Debiera añadirse una debilidad flagrante en el diseño de la campaña fujimorista. Inicialmente se pretendió separar a K. Fujimori de la herencia de crímenes y corrupción del movimiento que encabeza; ella llegó hasta a hablar de la “pesada cruz” que tiene que cargar. Pero no hay mucho que exhibir con una candidata que en el único trabajo que ha ejercido en su vida –congresista– acumuló más de 500 inasistencias, 200 licencias y ninguna ley relevante de su autoría. Y en los últimos días reivindicaron directamente a Alberto Fujimori como candidato, produciendo un cortocircuito.

ugó también un papel importante el “efecto saturación” provocado por la campaña de demolición emprendida por la mayoría de los medios contra Ollanta Humala. Cuando en una campaña propagandística se rebasa un cierto punto, esta deja de ser efectiva y, de continuar, termina produciéndose el efecto contrario al deseado. El cargamontón mediático rebasó ampliamente ese límite y sus mensajes no solo dejaron de funcionar sino alimentaron el escepticismo de los espectadores con relación al desempeño del grueso de la prensa, radio y TV. Especial mención merece el desempeño del grupo El Comercio, que desplegó un homérico esfuerzo para destruir su credibilidad. Los psicosociales, además, fueron un excelente recordatorio de cómo fueron los tiempos de Fujimori.

Este oscuro panorama desencadenó el alineamiento de la intelectualidad con la candidatura de Humala, con las contadas excepciones conocidas. Las dudas en torno a lo que un gobierno de Humala podía representar fueron minimizadas por la perspectiva de contribuir, así fuera por omisión, al retorno del fujimorismo. No conozco ningún otro momento de la historia peruana en que se produjera una convergencia tan amplia y comprometida de escritores, cientistas políticos, cineastas, sociólogos, periodistas, historiadores, lingüistas, educadores, etc., en torno a una causa común resumible en dos palabras: decencia y dignidad. Este aval ético entraña la responsabilidad de ejercer vigilancia sobre los actos del nuevo gobierno.

La perspectiva del retorno del fujimorismo al poder desencadenó una vasta movilización juvenil cuyo impacto fue decisivo. Luego de la marcha del 26 mayo en Lima, que fue replicada en otras ciudades del país, escribí que estábamos ante un punto de inflexión ético decisivo en la campaña. Una amiga me manifestaba su sorpresa al ver a muchos de sus coetáneos, que habitualmente renegaban del activismo político, movilizarse con gran compromiso y convicción. La gran marcha fue acompañada por un amplio despliegue de activismo en las redes sociales que permitió romper el control que los medios tradicionales pretendían imponer sobre la información y abrió amplios foros de debate ciudadano en torno a lo que significa el fujimorismo. Han vuelto a la agenda ciudadana crímenes silenciados, como la esterilización de 300 mil mujeres indígenas.

Hay mucho por hacer. Recojo de Facebook el post de un joven desencantado: “El día en que la ‘memoria’ y la ‘dignidad’ destruyeron al país”. En las redes sociales se ha vuelto a desplegar un racismo enfermizo. Queda pendiente una reflexión sobre la ética, la imagen del país y nuestros problemas profundos.

http://www.larepublica.pe/07-06-2011/balance-de-contusos-2

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