Aidesep, una crisis de principios

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Alberto Chirif


A lo largo de sus 30 años de vida institucional, Aidesep ha jugado un papel central como organización que defiende los derechos de los pueblos indígenas amazónicos. A ella se le debe el haber vuelto a poner en la escena nacional el tema de los pueblos originarios como una cuestión que solo podrá ser resuelta cuando el país asuma la deuda histórica no solo por las barbaridades que se cometieron contra ellos en el pasado sino por la herencia de la que se beneficia en el presente, en especial, por el legado arqueológico y de la portentosa biodiversidad domesticada. Queda como reto superar la esquizofrenia de apelar al glorioso pasado indígena al mismo tiempo que se desprecia a los descendientes actuales de ese pasado. Desde las bases se han producido avances importantes, y así sectores que antes ocultaban sus orígenes por pensar que indígena era un insulto hoy los recuperan al tomar conciencia de que sin raíces no podrán encaminar su futuro. Un caso notable son los kukamas en Loreto quienes luego de décadas de ocultar sus orígenes y debilitarse como personas y como colectivo social, hoy los reafirman con orgullo. Y esto no significa un intento de caminar hacia atrás. Todo lo contrario. Indica su voluntad de marchar hacia adelante pero sabiendo de dónde vienen.

La energía que ha trasmitido las luchas de Aidesep ha ido incluso más allá del ámbito que le es propio: la Amazonía. Hoy existen organizaciones indígenas en las otras regiones del país que, aprendiendo de su experiencia y planteamientos, afirman sus orígenes y reivindican derechos colectivos.

En el campo de las reivindicaciones específicas, no me canso de volver a señalar una y otra vez la importancia de Aidesep en la liberación de miles de indígenas del alto Ucayali en fecha tan cercana como inicios de la década de 1990, cuando los patrones los mantenían en condiciones de esclavitud, castigando físicamente, mediante torturas e incluso la muerte, a quienes pretendieran escapar. La consolidación de los derechos territoriales de las comunidades, hoy objeto apetecido por empresas agroindustriales que han puesto a su servicio a gobernantes y asesores varios, es también un logro de Aidesep y de algunas instituciones solidarias con el movimiento indígena. De su Programa de Formación de Maestros Bilingües han salido cientos de maestros que hoy aplican sus conocimientos y experiencias en la forja de nuevas generaciones. Muchos de sus egresados ocupan además importantes cargos en ministerios, municipalidades y otras entidades públicas y privadas, trabajando temas relacionados con el medio social del cual provienen. En fin, sobre estos logros ya he escrito bastante solo o con colegas, y solo es cuestión de buscar en redes y centros de documentación para conocer más sobre ellos.

Sin embargo, mi admiración por los logros de Aidesep no me ha llevado nunca a eludir críticas sobre hechos que he considerado inadmisibles, como las arbitrariedades y malos manejos en las que han incurrido a veces algunos dirigentes. Lo he hecho en otras oportunidades y estoy dispuesto a hacerlo ahora nuevamente. La incondicionalidad es el peor favor que se le puede hacer a un amigo porque ocultar sus equívocos no hace más que afirmarlo en sus errores.

Esto último es lo que me anima hoy a escribir estas líneas, en las que quiero dejar en claro mi posición acerca del momento actual de una organización como Aidesep a la que no solo he visto nacer, sino que he acompañado a lo largo de su vida.

Lamento la actitud que ha tomado el consejo directivo de Aidesep frente a las críticas, negándose a admitir los cuestionamientos y considerando enemigos a quienes los formulan. Sé que muchos me acusarán de haberme sumado al “cargamontón” contra Aidesep y al grupo de “criticólogos” (ver pronunciamiento del 5/11/12).

Asumo este riesgo.

* Agradecemos al Antropológo Alberto Chirif, estudioso de la Amazonía por permitirnos compartir con nuestros lectores sus valiosas reflexiones.

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