En aprietos


Jorge Bruce

Antes del estruendoso fracaso del intento de reparto de cargos en instituciones clave para el funcionamiento de la democracia, muchos congresistas y sus jefes partidarios hablaban del “ruido político” que estorbaba su noble tarea. Ruido que, en consecuencia, era preciso desoír a fin de poder concluir su cometido. Ese ruido era el clamor del malestar ciudadano, que los tribunos ignoraron porque se sentían invulnerables. Fue esa actitud de negación y omnipotencia la que los llevó a la derrota y retirada patética a la que hemos asistido la semana que pasó. No sabemos si habrán aprendido la lección.

Lo preocupante es que no se puede excluir que, como toda patología, esta incapacidad de conectarse con los anhelos de sus representados insista en confundir sus intereses personales y de grupo con los del bien común. Lo que nos lleva a recordarles que lo repudiable no ha sido la negociación. Todo el mundo entiende que en política es indispensable negociar. Lo que ha producido asco es que no hayan sabido distinguir entre lo negociable y lo innegociable. Es obvio, por ejemplo, que una persona como Sardón, ligada al fujimorismo, no va a producir unanimidad. Pero, en la medida que es competente y su ética profesional no está en duda, es factible negociar su carta. Yo no lo elegiría como magistrado pero aceptaría su nombramiento a cambio de algún otro que me represente.

Lo innegociable es colocar a personas que son inescrupulosas o (siendo la “o” inclusiva más que disyuntiva) incompetentes para el cargo. Sousa en el TC o Freitas en la DP hacían pensar melancólicamente en Zavalita: “¿cuándo se había jodido el Perú?”. Como además no son los únicos, pues el gobierno estaba intentando copar el TC en una suerte de fujimorismo solapa, el “ruido político” los sacó a patadas. El control de daños que intentaron los principales jefes de partido cuando ya era tarde no hizo sino empeorar la percepción de que la clase política está para cuidados intensivos, pero en una unidad en donde el personal médico los detesta.

Queda claro que el Presidente está en aprietos. Hace semanas que no da pie con bola. El aura glamorosa de la primera dama se está resquebrajando como un maquillaje obsoleto. El habitualmente insulso discurso de Fiestas Patrias se está recargando de una expectativa amarga. Mi impresión es que el deterioro de los partidos contribuye a que los políticos pierdan más fácilmente el contacto con la sensibilidad mayoritaria, porque reemplazan la falta de organización con una operación mental primitiva. Esta consiste en confundir la adulación inevitable en sus apariciones públicas, orquestada por sus serviles operadores interesados en mantener esa distorsión, con los reales afectos y deseos de la gente. Solo así se explica que esta abominable repartija no haya sido detenida, por un lado, y que, por otro, casi todos, incluidos algunos de los elegidos para los cargos, hayan salido después a decir que ellos también están decepcionados, como dijo el presidente Humala. Lo malo es que no solo él está en aprietos: lo estamos todos.

http://www.larepublica.pe/columnistas/el-factor-humano/en-aprietos-21-07-2013

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*