Para entender Pichanaki


Jose Barletti

Cuando, hace 205 años, en enero de 1809 se produjo el Levantamiento indígena de Jeberos contra las autoridades de Maynas colonial, llegó un momento, como suele suceder, en que los de arriba llamaron al «diálogo». En este caso, el «diálogo» se produjo en junio, el 12 de junio, en la casa del Obispo. Desde días antes las autoridades coloniales habían estado preparando los detalles del «diálogo», sobre lo que iban a decir a los sublevados y de cómo debían ellos (las autoridades) comportarse, no dando a notar que estaban asustadazos.

En los informes que he encontrado en los archivos no aparece el nombre de ningún dirigente indígena del levantamiento, pero sí se menciona a un tal Baltazar Chino,  dirigente indígena del Barrio Bajo de Jeberos, que «no participó» en el levantamiento y que, por lo tanto «no estuvo en el diálogo».

Dentro de algunos años, cuando se revise la documentación sobre lo que pasó en Pichanaki en febrero de 2015, no aparecerá el nombre de ningún dirigente indígena del movimiento, pero sí quedará registrado el nombre de Lyndon Pishagua Chinchuya, dirigente indígena que acusa a los dirigentes del movimiento de ser integrantes de Sendero y del MRTA, afirmando que «no participará en el diálogo». Así aparece hoy la noticia en el diario El Comercio.

El «diálogo» del jueves se ha llevado a cabo en un marco de esta naturaleza, con dirigentes del movimiento desautorizados.Sin embargo, el párroco de Pichanaki, el padre Ricardo García García, acaba de declarar que «es mentira que el pueblo de Pichanaki haya sido manipulado hacia la violencia por agitadores y provocadores. En realidad es mentira. Ha sido el Frente de Defensa Ambiental que ha estado informando a la población de sus derechos y del derecho a consulta previa, de su derecho a estar bien informado. Se ha recibido muchas quejas durante el año en el distrito de Pichanaki de presiones de la Pluspetrol y de las contratistas». IDL añade que la ARPI-SC liderada por Pishuagua Chinchuya «ha enviado un oficio al obispo de San Ramón y al Arzobispado de Lima acusando al padre Ricardo de ser uno de los principales promotores de la huelga del citado distrito».

Se complican más las cosas cuando se lee el Comunicado de ARPI-SC del 6 de junio de 2007, hace siete años, en el que, con toda claridad, la junta directiva expresa su rechazo a la actividad petrolera.


Ojalá que lo que suceda en los días siguientes al interior del movimiento indígena de la Selva Central, en la ARPI-SC, permita que se aclare el panorama.

Suele suceder en la historia que, en casos como éste y como sucedió hace cinco años en Bagua, el «diálogo» tiene el objetivo de «apagar el incendio». En el proceso del «diálogo» post Bagua, el rol de Pishagua Chinchuya fue desempeñado por el líder Awajún Octavio Shakaime, hasta ese momento entrañable amigo mío. Vaya uno a saber qué le pasó. Vaya uno a saber qué es hoy de la vida de Octavio.

El diálogo consiste en ir uno al encuentro del otro para llegar a acuerdo. El diálogo es la comunicación «a través de» (diá, en griego) la palabra. Por eso  el diálogo solamente puede darse entre iguales.  Sin embargo, como dice el otro, hay diálogos en los que «unos son más iguales que otros».
 A ratos tengo la impresión que se está jugando con fuego. Parece que las cosas están maduras como para que se piense con seriedad sobre el rol del Estado en lo del petróleo y de la minería. Va resultando claro que no es adecuado el rol que viene cumpliendo el Estado de ponerse de árbitro entre la empresa y la gente, evadiendo su responsabilidad dejando que la empresa atienda a la población con los servicios que ésta necesita. No sé cuánto tiempo va a demorar para llegar a darse cuenta que el Estado es el responsable de negociar con la empresa para que, por un lado, utilice la cara tecnología existente para mitigar los impactos ambientales y por el otro, pague los suficientes impuestos con los cuales el Estado satisfaga de manera muy especial los derechos de esta población a contar con servicios óptimos y a participar protagónicamente en actividades que garanticen el progreso, entendido éste como la puesta en práctica de tecnologías para que las familias lleguen a obtener los suficientes ingresos y así estar en condiciones de satisfacer las necesidades de sus integrantes, sin tener ya que estar extendiendo la mano mendicante para recibir migajas de la empresa o del Estado.

¿No sería mejor dejar de lado la inversión en petróleo y minería? 

Agradecemos a Pepe Barleti por compartir sus reflexiones con nuestros lectores.

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