Ratas y cucarachas


César Hildebrandt

Es el guión de una película bizarra. Mientras la política peruana aparece como irremediablemente infectada, multitudes de cucarachas y ratas invaden restaurantes y cinemas y se convierten en rastreras protagonistas de los noticieros necrófilos de la tele. El Perú zombi asiste al espectáculo sin percatarse de que se trata de un mensaje: esas ratas y esas cucarachas invasoras son las que se han apoderado de la política, las que nos han arrebatado la voz, las que dicen que nos interpretan. Exasperada, la realidad abandona la retórica y nos expone al espectáculo de nuestra decadencia medieval.

Poe amaría al Perú. Lovecraft también. Werner Herzog haría un grotesco folletón cinematográfico con todo esto.


Nosotros, en cambio, creemos que esas ratas y esas cucarachas son ocasionales, un incidente banal.


No queremos aceptar que en el Perú entomológico y roedor que hemos creado las cucarachas y las ratas se sienten con todo el derecho de entrometerse en nuestras vidas, de probar preventivamente nuestras pizzas, de irrumpir en hornos públicos y cocinas masivas, de asistir a los cines que nos entretienen, de sentirse como en su casa en las sentinas del Congreso, en los corredores de Palacio, en lo más íntimo del Poder Judicial, en el fraterno clóset del doctor García, en las cercanías de la señora Fujimori, en los zapatos de PPK, en el viejo teatrín de telones rojos donde Patria Roja adoraba a Mao.


¿Por qué difamar a quienes han alcanzado prerrogativas por su propio esfuerzo y a la luz de sus crecientes méritos?Desde hace años votamos por ratas y cucarachas. Desde hace años que las amamos, las aupamos, las engreímos, las reelegimos y las ovacionamos. ¿No nos dan, acaso, consejos en la radio, agenda política en la televisión, metas en la gran prensa? ¿Por qué, hipócritas, fingimos sorprendernos cuando alguna de ellas nos acompaña a cenar o se nos empareja para ver una película?De ratas y cucarachas está plagada nuestra política. Y Humala, que parecía estar ajeno al asunto, de pronto, un día, amaneció como el Samsa de “La metamorfosis” y solicitó hablar con los que cortaban el jamón de la pizza.


Y en el 2016 un abanico de cucarachas y de ratas nos espera. Tendremos que elegir entre la rata que se cree Piérola (aunque roba como Echenique), la rata que proviene del Sedapal de los 90 y la rata gringa que es tío abuelo de Speedy Gonzales en versión Carlos Slim. Y habrá cucarachas a discreción. Serán las cucarachas teloneras que nos animarán con sus maromas, sus impertinencias, el roce de sus antenas casi televisivas. 


Yo demando que las ratas y cucarachas sean comprendidas. Si ellas creen que el Perú es un cálido hogar, un hábitat cordial, un sueño sudamericano hecho realidad, será porque así se lo hemos hecho sentir a lo largo de estos años. ¿Con qué derecho vamos ahora a decirles que no son bienvenidas?

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