Perú: El declive de Keiko

Claudia Cisneros

Hasta hace unas semanas, los críticos del fujimorismo eran los de siempre. Quienes durante años hemos visto con claridad de qué está hecha esa dinastía, además de obediencia, conveniencia y ambición desequilibrante por poder. Pero el fantasma de la Keiko postelecciones, desmedidamente revanchista, innecesariamente soberbia, desaforadamente amenazante, ha ido encarnándose día a día en las acciones políticas de sus subordinados. Cada decisión que ha tomado ha sido claramente un burdo intento por hacer sentir su poder. La consigna: obstrucción y destrucción.

Pero en las últimas semanas su espectro de críticos ha crecido. Keiko tiene la desaprobación más alta de sus últimos años: 55%. En solo 8 meses (8/2016 a 4/2017) su desaprobación subió 17 puntos (GfK nacional urbano/rural). No es poco para quien tiene una aplanadora en el Congreso con votos suficientes para hacer casi lo que le da la gana, para bien o para mal. El problema es que Keiko ha decidido usarlo para mal, y a estas alturas hasta sus seguidores lo han empezado a notar.

Incluso líderes de opinión, analistas, periodistas e influenciadores (en redes) que antes defendían o pasaban por agua tibia sus atropellos, han empezado a ser críticos de sus ininteligibles decisiones.

Hasta ahora le habían perdonado la masacre injustificada a Saavedra; que Luz Salgado no renuncie por la compra sobrevaluada de computadoras por más de un millón de soles (https://goo.gl/BIQDNz) o los seis millones que se regalaron en canastas navideñas a dedo (https://goo.gl/GQmvyu), etc., etc.

Pero las cosas empezaron a cambiar desde sus desatinadas declaraciones al llevar ayuda a gente que lo había perdido todo en las inundaciones, diciéndoles que si ella fuera gobierno les habría traído más. Signo de que ha perdido contacto con, por lo menos, la apariencia. Fue chocante verla aprovechando las donaciones del Congreso (algo ilegal, por cierto) para la foto. Parece no poder mostrar empatía auténtica; se notan en cada gesto amargo, en cada video distante lleno de palabras vacías, desconectadas, insinceras. Y su incapacidad de elevarse por sobre la derrota y pensar en el país antes que en ella parece hacerle imposible enmascarar como antes la forma de hacer política que aprendió de su padre: populismo, clientelismo y uso de la política para sus propias agendas. Con el poder legislativo que tiene sería tan fácil conectar con el pueblo de verdad, legislar por ellos de verdad, cooperar con el gobierno en lo que convenga al país. Pero Keiko no puede.

Y eso es lo que sus nuevos detractores comienzan a detectar. No entienden por qué ha blindado a pederastas violadores de niños. Decir que el Congreso no es lugar para investigar justo cuando la Fiscalía ha traicionado al pueblo con el archivamiento del caso Sodalicio solo se lee como blindaje. No les importa los niños. Y si no les importa los niños menos les va a importar una población vulnerable y minoritaria, LGTBI, a la que desprecian al punto de dejarla desprotegida contra homicidios. Pero han calculado mal, esto no es como el enfoque de género, esto linda con lo criminal. Otra vez el poder y su agenda (evangélico o sodálite) ha pesado más para el fujimorismo que la vida de niño y peruanos. Keiko recibió la bendición pública (y quizás más) del pastor evangélico que instó al asesinato de lesbianas, pero ¿por qué arriesgar tanto?

Tanto como están arriesgando con la impresentable ley Letona contra medios. ¿Por qué la insistencia ahora con una ley que claramente amenaza la libertad de prensa? Nadie les cree que les importe los corruptos. Su propio partido está lleno de ellos.

¿Está todo esto conectado? Sí, lo está. Y las respuestas se irán decantando en las próximas semanas. Por lo pronto, estamos siendo testigos del declive de Keiko, interno y externo, de seguidores comunes y de grupos de poder que empiezan a convencerse de su incapacidad para liderar sin arriesgar la estabilidad política o económica (ver, por ej., diario La Razón, otrora fujimorista que hoy le pega a Keiko https://goo.gl/DfoUjx y a Kenji https://goo.gl/9zXyLI). Parecen haber dicho que Keiko ya No Va.

Pero Kenji tampoco. Él es solo una anécdota. Sus banderitas, textos y sonrisitas son distractivos de la verdadera lucha en la arena legislativa que tendría que librar en los temas que dice defender. Kenji sigue siendo Fujimori y defiende los mismos delitos que Keiko llama errores. Kenji desconoce a la justicia que condenó limpiamente a su padre y jamás reconocerá sus delitos. Que el fujimorismo empiece su declive es alentadora noticia para la salud del país y su futuro, pero cuidado, nada está dicho y lo que se viene puede ser tan malo. Estemos atentos.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/863485-el-declive-de-keiko

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*