Francisco, el diablo que te niegas a ver

Claudia Cisneros

Francisco es un encantador de serpientes. Un demagogo carismático, como son todos los demagogos de éxito. Hace sentido que, añadido el aura “divina” de su presidencia del catolicismo, tenga el poder de encandilar con palabras que sabe quieren oír. Lo que impresiona es cuán poco hace falta para que muchos “instruidos” relajen su pensar crítico de él porque “es buena onda”, “es simpático” o “cae bien”. ¿En serio allí se acaba el análisis que es pertinente hacer sobre una persona que detenta un considerable poder y que no necesariamente lo usa para lo que predica la letra de su Iglesia? Francisco no es solo una figura que irradia simpatías y empatías, que las irradia; Francisco es el presidente de la mayor y más longeva organización político-religiosa en la historia de la humanidad. Presidente más que Papa, porque el Vaticano es, para todo caso, un Estado; con política internacional, inversiones y sedes en todo el mundo, alianzas y peso político en muchos otros Estados nación. Seguro ayuda a mucha gente, a muchos necesitados, sobre todo necesitados de pertenencia y raíz, y necesitados de seguridad existencial. Gente que no puede vivir con la idea de que acabada esta vida, se acaba todo. O con la idea de que la vida no tiene causa intencionada, ni más sentido que el que cada cual elige darle. Gente a la que le da flojera pensar sus propios límites, vigilar su propia moral, o que simplemente le es más cómodo sentir que se plega a un canon de conducta heredado o porque así siente que, por lo menos, en intención de cumplir con ese canon ya tiene medio cielo ganado.

Hago un esfuerzo por entender a muchos de los católicos que conozco. La mayoría no son practicantes u ortodoxos. O vamos a decirlo de manera más exacta, son, en términos espirituales, hipócritas. Gente que deposita su idea de espiritualidad en la idea de la iglesia y sus preceptos y teoría moral. Y digo deposita y no despliega a propósito, porque gran parte de ese tipo de católicos que conozco no suelen desplegar una comprometida espiritualidad sino tan solo un amago, un protocolo de lo espiritual con el que sienten que cumplen tan solo al pertenecer de palabra a una tradicional, antigua, monolítica y masiva institución transnacional como el catolicismo. Hay quienes se plegan a la iglesia por necesidad de creer en algo superior, estable, eterno; todo lo contrario al caos que nos plantea la existencia y no están dispuestos a renunciar a esta terapia existencial, por más evidencias de graves contradicciones en su iglesia.

Yo quería en este artículo abordar el tema de la disonancia cognitiva como un modo de explicar la contradicción de los católicos que, viendo a Francisco y sometiéndose a su carisma, ensayan explicaciones para salvar su propia fe del oprobio en el que tendría que caer si tomara en cuenta la inundación de evidencias de encubrimiento y protección de miles de pederastas en su Iglesia. Ensayan creencias del tipo: las cosas buenas que la Iglesia hace son mayores; son seres humanos que también pecan; por unos pocos pecadores no se puede mal juzgar a la toda la institución. Me intriga observar cómo es que para seguir acomodados en su estado de declarados católicos, acomodan en sus cabezas las evidencias de la pederastia eclesiástica para relativizarlas o descreerlas; tal como acaba de hacer Francisco al ser increpado por su respaldo a Barros en Chile, conocido encubridor de pedófilos clericales. Francisco ha dicho que no hay pruebas, que son calumnias. En otras palabras, que no le cree a las víctimas porque no pueden enseñar sus heridas físicas en público.

Pero la disonancia cognitiva, creo, no aplica porque no es que estos católicos acomoden sus creencias para armonizar creencias o valores contradictorios, sino que lo hacen por conveniencia, consciente y cínica y muy primariamente egoísta de no abandonar una zona de confort. ¿Qué tendría que hacer un católico que no soporte pertenecer a una iglesia que no solo protege inmoral e ilegalmente a los pervertidos sino que hasta echa dudas sobre las sufridas víctimas y de desproteger a las víctimas potenciales? Pues ese católico rompería con su iglesia y buscaría una forma de reconducir su espiritualidad de manera más consecuente y limpia. Pero claro, es un tremendo trabajo de búsqueda que no muchos están dispuestos a emprender. El caso del presidente Francisco es pura demagogia política. El día que se llegue a saber la verdadera envergadura de las violaciones de curas a niños y del abominable encubrimiento del Vaticano, será un cisma. Mientras tanto, el argumento mayor que internamente se esgrime es que el diablo es el que opera, tentando a sus mejores pastores, y que entregarlos sería darle el gusto al diablo. Tremenda falacia. Tremenda petición de principio. Encubrir al diablo, eso es lo más diabólico.

http://larepublica.pe/politica/1173672-francisco-el-diablo-que-te-niegas-a-ver

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