El golpe de Estado de Vizcarra

Juan Carlos Tafur

Vizcarra está dando un golpe al Estado, sí, pero al segmento estatal capturado de mala manera por el poder del fujiaprismo. Está marcando la agenda respecto de un Congreso abusivamente controlado por Fuerza Popular y está tratando de cortar los núcleos de corrupción en las instituciones judiciales y fiscales donde tanto el keikismo como el aprismo mantienen reductos de absoluto control.

A ese Estado ajeno a los criterios de una modernidad liberal, el gobierno de Vizcarra ha decidido golpearlo dentro de los márgenes constitucionales permitidos y haciendo uso de herramientas políticas perfectamente legítimas, como es el caso del referéndum.

No nos queda claro si Vizcarra es plenamente consciente de lo que está haciendo y si, por ende, una vez culminado el inicial encontrón con las duras resistencias keikistas y apristas sabrá qué hacer en adelante.

Porque lo que corresponde una vez que le corte el espinazo a las redes politizadas de la administración de justicia y logre domesticar a un Congreso altanero y levantisco es proceder a dar pasos importantes en materia de generar flujos de mercado, extirpando los otros núcleos corruptos infiltrados en el Estado, como son los conglomerados mercantilistas desplegados de manera pública en la corrupción brasileña y a través de entidades como el denominado Club de la Construcción.

Corresponde también a cualquier gobierno que se precie de liberal, en su sentido más amplio y no economicista, propender a la instauración de una modernidad en sectores claves como la salud y la educación, y desarrollar allí duro combate con el tejido ultraconservador que también se ha apropiado de reductos claves del sector público, yendo a contrapelo de políticas universales y modernas (en base a la equidad de género) en dos aspectos esenciales de la gobernabilidad democrática de países en un estadio de desarrollo como el peruano.

Esa es la agenda republicana mínima que cualquier gobernante de un talante moderno y progresista debiera emprender. Destruir el Estado autoritario en lo político (con un Poder Judicial y un Ministerio Público sojuzgados), mercantilista en lo económico (léase el comportamiento tradicional de los grandes grupos de poder, totalmente ajenos a una economía de mercado) y ultraconservadores en aspectos morales (que le brinda, por ejemplo, a la iglesia católica un peso excesivo en decisiones públicas).

Ese Estado se construyó a lo largo de muchas décadas, pero alcanzó su cima cuando el segundo gobierno de Alan García. Ollanta Humala no hizo nada por desmontarlo. De lo único que se preocupó el líder nacionalista fue de limpiar los aspectos castrenses, creyendo, como militar que es, que allí radicaba lo más importante.

Luego, de la mano con el creciente poder del keikismo, ese Estado ultraderechista se ha extendido y fortalecido. Recién con Vizcarra, después de la pueril defección de Pedro Pablo Kuczynski, hay alguien que desde el poder político empieza a golpearle la testa.

No cabe mucho optimismo respecto de lo que pueda o quiera hacer Vizcarra más adelante y si acaso se anime a continuar con la línea de reformas señalada. No es Vizcarra un liberal modernista ni mucho menos, pero cuenta con una ventaja, y es su procedencia provinciana, la misma que le permitió detectar rápidamente la crisis política que se venía luego de la difusión de los audios del denominado caso Lava Juez.

José Matos Mar señaló que así como el migrante convertido en emprendedor había sido el sujeto sociopolítico del Perú de las últimas tres décadas, el sujeto del futuro sería el provinciano. A riesgo de extrapolar en demasía, al menos vemos cómo alguien como Vizcarra ha sido capaz de hacer cosas que nadie se atrevió a hacer en los últimos tiempos en la usualmente empobrecida vida política peruana.

Ha empezado bien, habrá que ver con tiempo si tiene más fuste para continuar el proceso.

-La del estribo. Uno, los amigos de UVK deberían ser más atentos con sus clientes. Si uno compra y paga más de lo normal por acudir a la temporada de ópera en vivo, en HD, pues debe ser en HD, no con la deficiente resolución con la que castigan a los espectadores. De espanto la calidad de la transmisión. Dos, los también amigos de Los Productores han estrenado hace poco la costumbre de permitir a los espectadores ingresar a sus salas en el Pirandello y en La Plaza con alimentos y bebidas. Entendemos que es un buen negocio vender más cerveza y sánguches, pero no deberían olvidarse del respeto silente de ese espacio sagrado que implica el buen teatro.

https://larepublica.pe/politica/1337325-golpe-vizcarra

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