Antinobel del sentido común

Guillermo Giacosa

Leía, distraídamente, en un suplemento de la prensa local, un artículo que, en tono de panegírico sublime, afirmaba: “América Latina ya no es, como en el pasado, tierra de sátrapas y de ladrones” (curiosa aseveración en tiempos de Odebrecht y escándalos sin fin) “y que un pueblo que ama la libertad no puede ser indefinidamente encadenado.

Algún día, no lejano, un retoño de uno de esos grandes escritores que ha dado ya Venezuela a nuestra lengua escribirá esa gran novela tolstoyana sobre lo que ocurrió y está ocurriendo allá.

Y el final será, por supuesto, un final feliz”. (1) Pensé, con la visión cotidiana que cualquier latinoamericano informado puede tener en estos tiempos sombríos, que el joven estudiante de periodismo que ponía tanto fuego a sus esperanzadoras palabras, muy pronto regresaría o descubriría la realidad y abominaría haber exhibido tan inconscientemente su inocencia.

Luego comprobé que el mismo autor ya se había equivocado antes, anunciando que Mauricio Macri era la gran esperanza argentina. Hoy, la situación de este país, gobernado por dicha mentirosa esperanza, está sumida en un caos que ningún otro gobierno civil había logrado llevar tan lejos. Vive, quizás, uno de los momentos más difíciles de su historia.

Comprobé también que está equivocado respecto a Venezuela o simplemente no entiende, pues la ONU no condena a unos y exalta a otros, solo pide DIÁLOGO, que es lo lógico en cualquier organismo internacional destinado a preservar la paz. Lo propio deberá hacerlo la OEA, más allá de los arranques infantiles y emocionales de Luis Almagro, su secretario general.

El cronista mencionado que ve lo que otros no ven supo festejar en su momento el bombardeo a Belgrado y otras atrocidades destinadas, según sus protagonistas, a reafirmar la libertad y la democracia.

No disfruto ensañándome con alguien pero la seguidilla de errores indica una peligrosa ausencia de mentalidad crítica y representa una benévola adscripción a un poder económico que está desafiando, por sus ciegos objetivos materiales y su codicia sin fronteras, la continuidad de la vida en el planeta.

No exagero un ápice. Hace treinta años conferencias auspiciadas por ambientalistas y por la Unesco advertían sobre las catástrofes que ya comenzamos a padecer.

Nadie quiso escuchar y los medios, endulzados por esos “nadies” con dinero, callaron en siete idiomas lo que hoy no solo siguen tomando como algo pasajero, sino que, además, intentan hacer creer que es una confabulación, vaya a saber con qué fines, programada por quienes no simpatizan con el actual orden establecido.

Por si no lo adivinó, me he permitido disfrazar a Mario Vargas Llosa de joven estudiante de periodismo. La finalidad era evitar que la máquina de producir prejuicios y estereotipos, que todos portamos en nuestros cerebros, se pusiera en marcha y usted leyera lo escrito con la resistencia que se suele oponer a aquello que no coincide con nuestras propias opiniones.

(1) Domingo. La República. “Largo camino hacia la libertad” | Autor: MVLL.

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