Estamos avisados

César Hildebrandt

Martín Vizcarra tendrá que responder a la investigación reabierta por la Fiscalía en relación al papel que le cupo en el asunto Chinchero.

Se trata, como es notorio, de un “crimen expectaticio”, de un supuesto negociado que no se produjo, que se frustró después de que la Contraloría detectara irregularidades y luego de que el ministro de Transporte y Comunicaciones de aquel entonces -es decir, Vizcarra- renunciara al mismo tiempo que adenda descalificada se anulaba, primero, y el contrato con el consorcio Kuntur Wasi se resolvía, después.

No olvidemos que el proyecto con Kuntur Wasi fue firmado en tiempos de Ollanta Humala (2014) y que la marginación de OSITRÁN como ente fiscalizador se produjo en esa misma gestión. Tampoco podemos pasar por alto que, según todos los testimonios, fue Pedro Pablo Kuczynski el que empujó el proyecto y el que luchó por la adenda. Hasta “cobarde” llegó a decirle a Vizcarra por no querer sumarse al equipo que quería facilitarle las cosas al mañoso consorcio encargado del proyecto.

En todo caso, Kuntur Wasi murió. Si Vizcarra resulta responsable por haber sido ministro cuando se dio la adenda puesta en la mira por el Ministerio Público, se tratará de una responsabilidad moral y política. Si los del consorcio le prestaron asesoría abogadil para la interpelación, tendremos que oír su arrepentimiento. Y si Kuntur Wasi dio 50,000 dólares para la campaña de PPK y pretendió cobrarse el favor obteniendo millonarios privilegios, la investigación tendrá que ver con quienes fueron cajeros de Kuczynski y con los empresarios que otorgaron la donación. Y no descartamos que Vizcarra sea incluido en ese expediente.

Lo cierto es que el proyecto abortó, el Estado no dio un centavo y el ministro del ramo desactivó lo hecho, renunció y se fue de embajador a Canadá.

Esos son los hechos.

Martín Vizcarra nos debe una explicación, es cierto. Pero nada de lo dicho puede ser causal de vacancia presidencial, que es la salida que prepara el hampa fujimorista enquistada en el Congreso (con la ayuda residual de lo que queda del Apra tras el suicidio del capo del otrora partido socialdemócrata).

El fujimorismo quiere vacar a Vizcarra, aupar a Mercedes Aráoz a la presidencia y desactivar al equipo especial del caso Lava Jato.

Como ha sostenido Carlos Monge, al fujimorismo se le va la vida en este operativo. No se trata de optar por una política ni de discrepar de la que emana de Palacio. No hablamos de políticos sino de delincuentes avezados.

Ahora sí sabemos que el lavado de dinero fue cuantioso en el caso del fujimorismo. Allí están las pruebas encontradas en el caso de Joaquín Ramírez, los aportes testimoniales de Odebrecht y Barata, la contabilidad “perdida en un taxi”, los documentos que se quemaron para no dejar huellas del trasiego del dinero, las decisivas confesiones del excongresista fujimorista Rolando Reátegui. Gracias a este señor, adecentado por su colaboración eficaz, sabemos cómo fue que la señora Keiko Fujimori armó una trama gigante de falsos aportantes, dinero negro de variadas procedencias e invención de eventos (rifas, cócteles) con los que se pretendía “formalizar” aquel financiamiento irregular. Fue la confesión del sobrino de Jaime Yoshiyama Tanaka la que nos condujo a saber cómo fue que el poderoso tío lo usó para darle enormes sumas de dinero destinado a repartirse entre seudoaportantes, algunos de los cuales acudieron a la prensa para decir que jamás dieron un centavo y que nunca consintieron el uso de sus nombres. Y por el testimonio adicional del señor Reátegui sabemos cómo es que la maquinaría del fujimorismo, encabezada por la jefa de la organización y complementada por sus asesores más íntimos, ha tratado durante todo este tiempo de amenazar a los testigos y entorpecer la marcha de la investigación.

A una banda como esta nos enfrentamos. Y es una banda de esta naturaleza la que quiere salirse con la suya vacando al presidente de la república y entendiéndose con una amable dama. Cuando la cárcel no sólo es una posibilidad y más bien parece una certeza, todo puede valer para quienes se enorgullecen de ser herederos del gobierno más corrupto de la historia peruana.

Frente a esta auténtica conspiración en marcha, el único camino es el de la denuncia y la movilización popular. Después de lo de Tía María, la prensa que Carlos Bruce lee con devoción y Mercedes Aráoz adula sin recato ataca a Vizcarra. El hombre marrón y provinciano se ha convertido en un nuevo rojo. La derecha, en suma, que fue fujimorista hasta el oprobio, que negoció en el SIN sus cuitas personales y corporativas y que ganó como nadie con el cholo barato y las nuevas gollerías impuestas por el modelo fujimorista, estaría feliz con Mechita en la presidencia y el fujimorismo victorioso en el Congreso de los Mamani y los Becerril.

La derecha, su prensa y sus guardaespaldas televisivos y radiales subestiman el furioso cansancio del pueblo. Ignoran lo que podría pasar con las regiones que han demostrado una encrespada independencia respecto de los designios de Lima y su clase política. Desdeñan, en suma, el asco que produce en la mayoría de peruanos este Congreso en ruinas, esta política de piratas, estos voceros de la procacidad, esta agonía en el pantano del pasado.

El Apra está acéfala porque su líder, que se hizo muy rico desde la primera vez que fue presidente, se mató para evitar su detención. El fujimorismo es operado a control remoto desde una cárcel de mujeres. Estos dos partidos del patíbulo, estas dos mafias irreductibles, han decidido librarse del presidente que reemplazó al también vacado Pedro Pablo Kuczynski. El fuji­morismo quiere evitar la cárcel de sus dirigen­tes, algo inevitable si las investigaciones fiscales prosiguen como es debido. El Apra también gana algo en relación a su prontuario: la extir­pación del equipo Lava Jato conduciría al cierre absoluto de todas las pesquisas sobre coimas, licitaciones digitadas y lavado de dinero que ya han llevado a la cárcel a varios funcionarios del segundo (y corrupto) alanismo.

Una presidenta de la república asociada al Congreso, el peso de la prensa conservadora y el mensaje de que “la reconciliación de los peruanos traerá otra fase de prosperidad”, podrían pesar mucho en la creación de un nuevo e im­pune escenario.

Las voces están dadas. Estamos avisados. Veremos quién es quién a la hora de las decisiones.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°457, 30/08/2019 p.12

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