Mujer y lucha de clases en Aleksándra Kollontái

Augusto Lostaunau Moscol

El 9 de marzo de 1952 dejó de existir la militante bolchevique Aleksándra Kollontái, quien jugó un rol muy importante durante la revolución de 1917. No sólo organizó a las mujeres, además, hizo lo mismo con los sindicatos. Yolanda Marco Serra ha escrito que:

“Kollontái, que al poco tiempo de casada se siente ya frustrada por su vida de “esposa y madre”, empieza a tener una relación cada vez más intensa con los grupos de jóvenes revolucionarios de Petersburgo. Su actividad en el seno de tales grupos le está haciendo dar un gran salto cualitativo, pues empieza a unir de forma progresiva su lucha íntima, personal, de mujer relegada a un segundo plano social, con la lucha y la defensa de los intereses del obrero, explotado y relegado por esta misma sociedad. De esta manera Kollontái conecta su lucha “personal” con la de la obrera, que acumula sobre sí todas las injusticias, toda la explotación posible. Pero este es un proceso largo, que culmina cuando en años inmediatamente posteriores reconoce al marxismo como método de análisis, interpretación y lucha social”.

No cabe duda que no sólo emprenda una lucha social; también realizó una lucha política-ideológica que la llevó a esclarecer su posición de clase dentro de la estructura social existente en Rusia de fines del siglo XIX. De tal forma que pronto unificó su lucha “personal” con la lucha sindical y –posteriormente- con la lucha partidaria. Su participación en los acontecimientos de 1917 la elevaron a la categoría de lideresa de la revolución. Sobre este momento clave para la historia del mundo, Yolanda Marco Serra ha indicado que:

“A la llegada de Lenin a la estación de Finlandia, en Petrogrado, Kollontái estaba presente. Inmediatamente después de su llegada tuvo lugar una reunión del Comité Central del partido en la que Lenin defendió la necesidad de la insurrección armada, tesis que ya había avanzado en sus Cartas desde lejos. Dentro de una fuerte oposición inicial, la única voz que le apoyó desde su primera propuesta fue la de Kollontái. Kollontái, como miembro del C.C. del partido (el Comité Central llamado posteriormente “leninista”), llevó a cabo una serie de misiones de gran responsabilidad. El partido la delegó a la conferencia, que debía realizarse en Estocolmo, con el grupo de disidentes de Zimmerwald, pero no pudo llegar hasta Estocolmo porque fue detenida por las tropas de Kerenski. Al ser liberada se reincorporó a la lucha revolucionaria y fue la primera mujer elegida para el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, figurando posteriormente como miembro del Comité Ejecutivo Panruso. Su actividad como organizadora del sector femenino del Partido continuó desarrollándola de forma paralela al resto de sus actividades políticas”.

Aleksándra Mijáilovna Kollontái, no sólo se dedicó al activismo político; también escribió textos para diferentes medios y algunos libros que con el tiempo se han convertido en fuentes de estudios para grupos feministas que se identifican con sus ideas y las de los bolcheviques. Una de sus ideas fundamentales es:

“Dejando a los estudiosos burgueses absortos en el debate de la cuestión de la superioridad de un sexo sobre el otro, o en el peso de los cerebros y en la comparación de la estructura psicológica de hombres y mujeres, los seguidores del materialismo histórico aceptan plenamente las particularidades naturales de cada sexo y demandan sólo que cada persona, sea hombre o mujer, tenga una oportunidad real para su más completa y libre autodeterminación, y la mayor capacidad para el desarrollo y aplicación de todas sus aptitudes naturales. Los seguidores del materialismo histórico rechazan la existencia de una cuestión de la mujer específica separada de la cuestión social general de nuestros días. Tras la subordinación de la mujer se esconden factores económicos específicos, las características naturales han sido un factor secundario en este proceso. Solo la desaparición completa de estos factores, solo la evolución de aquellas fuerzas que en algún momento del pasado dieron lugar a la subordinación de la mujer, serán capaces de influir y de hacer que cambie la posición social que ocupa actualmente, de forma fundamental. En otras palabras, las mujeres pueden llegar a ser verdaderamente libres e iguales sólo en un mundo organizado mediante nuevas líneas sociales y productivas”.

Para Aleksándra Kollontái, no se trata de una lucha entre mujeres contra varones. Tampoco de débiles contra fuertes. La situación social de la mujer dentro de la sociedad no se trata de una construcción o resultado de la educación. Esas, y otras respuestas, lo único que hacen es desviar las luchas de las mujeres por lograr su verdadera liberación. Propone –acertadamente- que la situación de explotación, dominación y marginación que sufren las mujeres se encuentra en relación directa con el sistema productivo imperante. Es el sistema económico imperante el que impone un régimen de explotación-dominación y subordinación en las mujeres. Son mano de obra barata en las unidades de producción. Mano de obra indispensable por ser de bajo costo. Entonces, la verdadera emancipación de la mujer sólo se alcanzará cuando se liquiden las formas de producción que la tienen marginada. De esta manera Aleksándra Kollontái, discrepa abiertamente con aquellas feministas que considera “burguesas”. Su pensamiento está más cerca de Flora Tristán cuando indicó que:

“La mujer trabajadora, no menos que su hermano en la adversidad, odia a ese monstruo insaciable de fauces doradas que, preocupado solamente en extraer toda la savia de sus víctimas y de crecer a expensas de millones de vidas humanas, se abalanza con igual codicia sobre hombres, mujeres y niños. Miles de hilos la acercan al hombre de clase trabajadora. Las aspiraciones de la mujer burguesa, por otro lado, parecen extrañas e incomprensibles. No simpatizan con el corazón del proletariado, no prometen a la mujer proletaria ese futuro brillante hacia el que se toman los ojos de toda la humanidad explotada…”.

Asume, como nuestra esclarecida Flora Tristán, que la explotación de la mujer no es por una cuestión de sexo o genero; por el contrario, es una cuestión de clase social. La mujer obrera es explotada y postergada al igual que el varón obrero y el niño obrero. Asume que esa percepción de la realidad social de las clases sociales en la estructura productiva no es percibida por las mujeres que pertenecen a las clases explotadoras. Incluso, la mujer obrera no debe esperar nada de la mujer burguesa. Esta última sólo busca beneficios sociales y políticos para las de su clase. Por ello, mientras las mujeres burguesas lucharon por el derecho a votar; Aleksándra Kollontái se vinculó directamente con los grupos revolucionarios de Rusia a inicios del siglo XX. No fue sufragista; fue revolucionaria. Quizás por ello, actualmente es invisibilizada y negada por algunos sectores feministas. Por ello, acertadamente indicó que:

“El objetivo final de las mujeres proletarias no evita, por supuesto, el deseo que tienen de mejorar su situación incluso dentro del marco del sistema burgués actual. Pero la realización de estos deseos está constantemente dificultada por los obstáculos que derivan de la naturaleza misma del capitalismo. Una mujer puede tener igualdad de derechos y ser verdaderamente libre sólo en un mundo de trabajo socializado, de armonía y justicia. Las feministas no están dispuestas a comprender esto y son incapaces de hacerlo. Les parece que cuando la igualdad sea formalmente aceptada por la letra de la ley serán capaces de conseguir un lugar cómodo para ellas en el viejo mundo de la opresión, la esclavitud y la servidumbre, de las lágrimas y las dificultades”.

Esa es la gran diferencia entre el pensamiento de Aleksándra Kollontái y las feministas burguesas. Mientras las últimas creen y asumen que sólo con nuevas leyes (incluso participando ellas en la dación de esas leyes) se logrará la ansiada igualdad; ella asume que las leyes no garantizarán la igualdad mientras estas no se plasmen en una cambio real de la estructura económica del sistema productivo. Sólo una transformación en el sistema productivo garantizará que la igualdad sea real y concreta. Ya que, así como entre los varones existen muchas diferencias (siendo la clase social la principal y más importante), entre las propias mujeres también existen muchas diferencias. Por ello, la explotación laboral y la marginación social no es cuestión individual; por el contrario, es social. Varones burgueses que explotan a varones proletarios; mujeres burguesas que explotan a mujeres proletarias. Incluso, esta explotación se puede extender a otros grupos de género. Se explica a partir de quién trabaja, cómo trabaja, quién es propietario y quién se apropia del objeto producido. El sexo y el género no son fundamentales para responder esas preguntas. Por ello, de manera contundente indicó que:

“Las feministas responden a nuestras críticas diciendo: incluso si os parecen equivocados los argumentos que están detrás de nuestra defensa de los derechos políticos de las mujeres, ¿puede rebajarse la importancia de la demanda en sí, que es igual de urgente para las feministas y para las representantes de la clase trabajadora? ¿No pueden las mujeres de ambos bandos sociales, por el bien de sus aspiraciones políticas comunes, superar las barreras del antagonismo de clase que las separan? ¿No serán capaces seguramente de librar una lucha común contra las fuerzas hostiles que las rodean? La división entre la burguesía y el proletariado es tan inevitable como otras cuestiones que nos atañen, pero en el caso de este asunto particular las feministas creen que las mujeres de las distintas clases sociales no tienen diferencias”.

Aleksándra Kollontái fue muy clara y directa en sus ideas y en su militancia. La liberación de la mujer no parte de una guerra de sexos. Las divisiones y barreras entre mujeres aun existen y no será la ley la que pondrá fin a esa realidad.

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