Perú: Y llegó el año tan promocionado

Natalia Sobrevilla

Comenzamos el 2021, el año del Bicentenario, a pesar de que –como escribí la semana pasada– no considero que el 28 de julio de 1821 sea más que un hito en un mecanismo mucho más complejo que llevó a la Independencia del Perú. Las celebraciones oficiales en distintas regiones del país han reflejado parte de este proceso durante el 2020, desde el desembarco de San Martín en Paracas en septiembre de 1820, hasta la proclamación de la Independencia en Trujillo por el Marqués de Torre Tagle el 29 de diciembre.

Ahora, en enero, recordaremos el Motín de Aznapuquio, en el que los oficiales del ejército realista depusieron al virrey Joaquín de la Pezuela, para reemplazarlo por José de la Serna. Luego rememoraremos las conversaciones en la hacienda Punchauca, donde se buscó una tregua o un posible arreglo pacífico a la contienda. Me pregunto si se hablará de la batalla de Macacona, donde Domingo Tristán y Agustín Gamarra fueron derrotados por los realistas en abril de 1821.

El 28 de Julio, pues, no encarna el momento culminante de la Independencia peruana, sino el inicio de la etapa más enmarañada de un proceso en el que San Martín se convirtió en un monárquico que no salió a dar ninguna batalla, donde los primeros presidentes –como Riva Agüero y Torre Tagle– transaron con los realistas, en el que Lima volvió a ser ocupada dos veces por lo menos. ¿Recordaremos todo esto en nuestro Bicentenario?

Es difícil saber si lo haremos. El 28 de Julio es una fecha conveniente porque evita enfrentarnos con el enorme embrollo que se tejió y duró hasta el 9 de diciembre de 1824, cuando se dio la Capitulación de Ayacucho. Desalienta pensar que podríamos enfrentarnos a los hechos sucedidos hace muy poco de manera parecida: se ha dado por llamar a los jóvenes que salieron a las calles en los aciagos días de noviembre pasado la ‘Generación del Bicentenario’, pero el problema dista de estar resuelto y esto se puede constatar de manera intensa en las zonas agroindustriales de la costa. Los jóvenes que encontraron su muerte en manos de la policía, tanto en Lima como en provincias, aún esperan justicia.

Los invito, entonces, a no caer en la tentación de simplificar nuestros acontecimientos a sus resúmenes simbólicos, a no pensar que porque se marchó unos cuantos días funestos el trabajo está por completarse, a no dejar que el 14N se convierta en otro 28J. Lo que nos toca en los próximos meses, mientras avanzamos hacia nuestras próximas elecciones, es extremadamente importante y complejo. Debemos, por un lado, seguir presionando al gobierno de transición para que reforme a la Policía Nacional y sancione a los responsables de los hechos sucedidos en las últimas semanas, pero también debemos estar atentos a quienes se presentan a la Presidencia y al Congreso. Nos tocar hacer preguntas incómodas, asegurarnos de que los candidatos tengan planes razonables para gobernar, y hacer lo posible para evitar que quienes tienen como norte sus propios intereses –y no los del país– resulten elegidos.

El año del Bicentenario ha llegado con una enorme tarea, no solo de reflexión, sino también de acción. En abril descubriremos si nos estamos comportando a la altura.

Natalia Sobrevilla. Estudió Historia en la PUCP y es PhD en la misma materia por la Universidad de Londres. Actualmente tiene a su cargo la cátedra de Historia Latinoamericana en la Universidad de Kent. Viene investigando sobre la formación del Estado y la cultura política en los Andes desde fines de la Colonia hasta el siglo XIX. Es autora, entre otros, de los libros Santa Cruz, caudillo de los Andes y Los inicios de la república peruana.

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