Perú: El quechua es resistencia

Eduardo Abusada Franco

Todos escuchamos como el primer ministro empezó su intervención en el Congreso en quechua para solicitar el voto de confianza. Si lo hubieran dejado terminar, sin toda la polémica que se armó luego y durante, con las protestas de varios parlamentarios, quizás el hecho no habría tenido el potente simbolismo que desencadenó.

Cuando empezó a esta campaña, si bien no había logrado avistar a Pedro Castillo, vi que algo, aunque leve, se estaba moviendo desde los cimientos del ande. Es más, desde antes de que gane Castillo, tenía claro que se lo iban a tumbar sus enemigos, sumado a sus debilidades propias. Empero, está durando más de lo que pensé. Algunos familiares me decían que yo alentaba la división, pero no querían ver lo real o, creo yo, simplemente ignoran lo real. Y es lo que subyace en este país desde hace siglos: la temida guerra de castas: el blanco/criollo contra el indio/campesino/cholo. Ojalá algún día se supere ese miedo y esa división, y realmente nos integremos con tolerancia, respeto y hasta amor; pero prefiero los diagnósticos certeros, y, por lo pronto, sigue la guerra de castas, al menos su impronta.

Hacia 1742 el mítico Juan Santos Atahualpa se levantó en la selva central. Decenas de expediciones fueron a exterminarlo. Derrotó a todas. El temor de que cargue sobre Lima revolvía el sueño de los virreyes. Por 1756, el escurridizo líder, invicto aún, simplemente se esfumó. En 1750 la conspiración de los indios olleros de Huarochirí, a puertas de la ciudad, remeció el orden colonial. ¡Una rebelión prácticamente dentro de las murallas de Lima! Luego vendría la Gran Rebelión de 1780 con Túpac Amaru II, encendiendo todo el sur andino. Estas son de las más resaltantes, pero hubo muchísimas rebeliones indígenas que cuestionaron la bota española y criolla.

Ya no bastaba solo asesinar a los rebeldes, llamados siempre “subversivos”, sino dominar culturalmente. Lo andino, la nostalgia al pasado incaico, era peligrosa para el statu quo: la memoria —y la Historia— es levantisca. Así también lo entendió el virrey Manso de Velasco, hacia mediados de ese siglo: “memoria que en medio del regocijo los entristece, y pompa que les excita el deseo de dominar y dolor de ver el cetro en otras manos que las de su nación”.

Había pues que someter esa cultura para controlar la voluntad andina. En tal sentido, el importante funcionario español Alonso Carrió de la Vandera, con el pseudónimo de ‘Concoloncorvo’, propuso prohibir el quechua. Más de 270 años después hay voces que quisieran ello. Pero el quechua es resistencia. La guerra de castas, por otras formas, sigue vigente.

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