Perú: La verdad se impone

Ronald Gamarra

Diversas fiscalías vienen emitiendo resoluciones de archivo definitivo de las denuncias presentadas por Fuerza Popular, el partido de la señora K, por un supuesto fraude que, según su versión, habría sido cometido a escala masiva en las recientes elecciones presidenciales. Esto quiere decir que ninguna, ni siquiera una sola, de las denuncias examinadas hasta el momento en relación con el alegado chanchullo ha podido ofrecer algún indicio mínimamente sustentable que justifique abrir una investigación formal por parte del Ministerio Público. Queda claro, pues, que el fujimorismo y sus aliados fachos se inventaron la historieta del fraude en menos de 24 horas, apenas se dieron cuenta de que su candidata había perdido la elección presidencial por tercera vez y, en este caso, ante una figura casi totalmente desconocida como la de Pedro Castillo, cuya única notoriedad la tuvo en el año 2017 cuando encabezó la huelga de un sector de maestros que contó precisamente con el apoyo activo del fujimorismo porque le permitía avanzar en su propósito de derribar a Kuczynski.

Keiko Fujimori, sus aliados y secuaces, deliberadamente echaron a rodar una gruesa patraña, la del fraude, especulando con la posibilidad de desestabilizar radicalmente el proceso democrático para imponer sus condiciones. Y el pretexto para gritar fraude a todo pulmón fue muy sencillo: que las firmas de los integrantes de miles de mesas electorales en las actas de votación respectivas no correspondían con las firmas registradas en RENIEC. Con ello les bastó para plantear alrededor de mil impugnaciones en todo el país, trabando grave y dolosamente el proceso electoral.

Entonces no pudieron ganar ninguna de esas impugnaciones. Ninguna. Resoluciones emitidas por jurados electorales especiales que actúan con autonomía funcional en las más distintas regiones del país las desecharon por no estar debidamente sustentadas con un mínimo de lógica. Es más, en el proceso se identificaron diversas irregularidades cometidas por los denunciantes naranjas, entre ellas la presentación de “peritajes” irregulares, carentes de la menor seriedad. Finalmente, las decisiones autónomas de los jurados electorales especiales fueron ratificadas por el JNE.

Efectivamente, si se alega que una firma ha sido falsificada, es decir que una persona ha sido suplantada y su firma utilizada para cometer un delito grave como es el fraude electoral, el primer agraviado es precisamente esa persona y ella debería ser la más interesada en denunciar el timo. Pero no ha ocurrido así con respecto a ninguna, repito, ninguna, de las casi tres mil personas que integraron las mesas electorales en las cuales la perdedora de siempre alegaba fraude con pataleta pública y todo. Al contrario, todas las personas indagadas o consultadas confirman la autenticidad de sus firmas.

A pesar de las decisiones tomadas en el sistema electoral, el fujimorismo se las ingenió para que 23 incidencias de supuesto fraude fueran presentadas ante las fiscalías de las provincias correspondientes. Ya de entrada, llama la atención que, de reclamar trampa y tongo en casi mil mesas electorales, solo pudieran interponer denuncias ante el Ministerio Público en 23 casos. Eso ya revela la falta de sustento y la inconsistencia que los propios fujimoristas y fachos reconocían en su arbitraria queja de fraude ante el sistema electoral.

Pues bien, como mencionamos al principio, ya se conoce el resultado de siete de esas 23 investigaciones reclamadas por los de la pataleta. En los siete casos, todos los integrantes de mesas electorales reconocieron plenamente sus firmas y confirmaron su participación directa y personal en el acto electoral y el llenado de las actas. Nadie, absolutamente nadie, ha respaldado en lo mínimo la protesta majadera y mentirosa del fraude. Este resultado es contundente y debería ser suficiente para dar por definitivamente cerrado el asunto en cuanto a lo jurídico.

Pero no lo cerrará en lo político y moral porque los abanderados de la mentira del fraude quemaron sus naves en esa aventura irresponsable y vil. Ya en el proceso de escrutinio cruzaron el umbral ético no solamente con sus mentiras, sino con actos concretos de insulto, difamación, agresión física y acoso, hasta en sus propios hogares, a las más altas autoridades del sistema electoral. Jugaron abiertamente con el golpe de Estado y la voladura de la democracia y persisten en ese explosivo juego hasta hoy. Es inútil esperar de ellos alguna posibilidad de enmienda. No va con su ADN.

La defensa de la democracia se hace desde la verdad y con la verdad. Es con ella que se puede convocar a la mayoría nacional y desde ella se puede condicionar la acción de los actores políticos en función de una democracia auténtica. La verdad brinda autoridad moral para exigir lealtad incondicional a la democracia. Las narrativas mentirosas, como la del fraude, solo encubren intereses bastardos, ajenos al pueblo.

Es desde la verdad, desde la transparencia, que rechazamos la narrativa fascistoide del fraude tanto como la mediocridad, la palabrería y la incapacidad del actual gobierno. Ya está claro, a estas alturas, que con gente como Castillo, Cerrón o Bellido aquí no habrá ninguna revolución chavista –qué bueno–, sino apenas un gobierno que fracasa por su propia incapacidad. Rescatar al país del impasse en que lo ponen los extremistas del fraude y la palabrería altisonante del gobierno es la tarea de una ciudadanía que debe siempre apoyarse en la verdad. La mentira tiene patas cortas, y esa no es sólo una frase.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°570 del 21/01/2022  p30

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