Perú: Cambio de camisa

Ronald Gamarra

El presidente Pedro Castillo parece cambiar de ministros como quien muda de camisa. En apenas seis meses de gobierno, nos ha endilgado tres gabinetes ministeriales con sus respectivos presidentes del consejo de ministros. El Ministerio del Interior, en el mismo lapso, ya tiene cuatro titulares. La mayoría de los sectores han variado de responsable con cada nuevo gabinete. Entre las excepciones, donde se ha mantenido un mismo encargado a través de todo el semestre, se encuentra, felizmente, el Ministerio de Salud, donde no solo ha habido continuidad del ministro sino de política frente a la emergencia de la pandemia de covid.

Como es obvio, la declarada inestabilidad gubernativa, hechura del propio Pedro Castillo, hace imposible emprender cualquier tarea seria de conducción y administración del país. Y con ministros que llegan y vuelan cada dos meses, en promedio, no hay modo de generar confianza en la sociedad, ni posibilidad de formular o siquiera esbozar políticas y, menos aún, de aplicarlas. Pero este inaceptable estado de cosas no parece inquietar mayormente al primer mandatario. Si en su aprendizaje de la función presidencial alguien le ha enseñado que gobernar consiste en nombrar ministros a granel –a los que además no hace caso o reemplaza por otros que actúan en la sombra–, va por mal camino. Peor aún, cuando en ese afán nombra personas que, con frecuencia, resultan ser ineptas, carentes de la mínima preparación o están cargadas de malos antecedentes.

El nuevo presidente del consejo de ministros, por ejemplo, el actual congresista Héctor Valer –miembro del Opus Dei, machista, contrario a una educación con enfoque de género, opositor al Acuerdo de Escazú y deudor coactivo en la Sunat–, no exhibe una trayectoria que lo haga particularmente notable por alguna habilidad o conocimiento, salvo por su flexible cintura para la gambeta política, que le ha permitido transitar cual camaleón, sin pena ni gloria, por numerosos partidos, empezando por el Apra, Unión por el Perú, el partido Nación, Renovación Popular (con el cual alcanzó el sueño de la curul), algún proyecto de partido propio que no cuajó, Somos Perú y, recientemente, Perú Democrático, la agrupación que lidera el experulibrista Guillermo Bermejo.

Valer es básicamente un exaprista. Allí se formó y militó hasta pasados los 50 años de edad; allí tuvo en algún momento un cargo marginal en la dirigencia política. Los apristas, cuando dejan la bandería, generalmente terminan como apristones; es decir, como amigotes del viejo partido y compinches de ocasión de sus movidas. Llamó la atención que jurase el cargo de presidente del consejo de ministros con el brazo izquierdo en alto, que es precisamente como juran los apristas en el partido. Si bien es cierto que dejó el Apra hace unos diez años, después ha sido simplemente un oportunista que ha servido diversos señoríos sin mayor compromiso que le deje marca.

¿Realmente cree el presidente Pedro Castillo que puede contar con Héctor Valer para llegar a alguna parte? Bueno, tal vez sí. A lo mejor Castillo imagina que la veleta Valer puede ayudarlo a manejarse mejor con el Congreso y sus variopintas bancadas. Como ha pasado por tantas agrupaciones… tal vez Valer sepa qué es lo que conviene negociar con cada quien. ¿Se verá colmada esa expectativa? No lo creo. En todo caso, esa posibilidad está por verse, y la primera prueba será conseguir el voto de confianza del parlamento. El modo, la prontitud y la disposición con que consiga esa aprobación serán el índice que nos diga si sirve para eso o no. Pero no parece que pueda ser útil para otra cosa de mayor importancia como es, precisamente, gobernar bien.

También apunta a reforzar a Castillo en el Congreso y evitar la posibilidad de que se reúnan los 87 votos de una vacancia exprés el nombramiento en el Ministerio de Cultura de un militante de Somos Perú, un tal Alejandro Salas. Se trata de un abogado con una carrera jurídica, que no tiene ninguna experiencia ni relación con el sector Cultura. El doctor Salas va a tener que ponerse a aprender –otro más–, sobre la marcha, de qué se trata este ministerio, cuáles son y en qué consisten las políticas culturales. Dicho sin ambages: es un improvisado, cuya presencia en el maltratado sector Cultura solo obedece a la voluntad de asegurar el apoyo de la bancada de Somos Perú.

Así es este “nuevo” gabinete que nos endilga el presidente Pedro Castillo, una colección abundante en mediocridades y grisuras a la medida del gobernante. Es lamentable y triste decirlo y escribirlo, pero no queda más remedio. Pedro Castillo ha desperdiciado en seis meses la posibilidad que una mayoría popular decidió darle para dotar al país de un buen gobierno, en oposición a la candidatura de la mafia fujimorista. Lo que es peor, el gobierno ya presenta claros signos de ir resbalando por la pendiente de la corrupción que ha devorado a gobiernos anteriores. Veo difícil, a estas alturas, un cambio de rumbo para mejor, al menos no por voluntad de Castillo.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°572, del 04/02/2022   p19

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