Ucrania: Todo estaba fríamente calculado

Daniel Espinosa

Un documento de 2019 de la RAND Corporation trazó la hoja de ruta que “Occidente” –es decir, EE.UU. y sus vasallos en Europa– viene implementando con respecto a Ucrania, donde el gobierno del exactor y comediante Volodimir Zelenski sigue un guion escrito en los “tanques de pensamiento” de Washington.

Por hacer hincapié en el documento de la RAND que aquí revisaremos, el veterano periodista y politólogo italiano Manlio Dinucci dejó “Il Manifesto”, medio comunista italiano sin afiliación a ningún partido político. Su editor lo acusó de justificar la invasión rusa de Vladimir Putin y le solicitó que cambiara su opinión ya publicada, motivando que Dinucci abandonara la columna que venía escribiendo desde hace una década, titulada “El arte de la guerra”.

Esa es la otra cara de la moneda: el “Ministerio de la Verdad” occidental está abriendo sucursales en los lugares más insospechados.

Pero antes de resumir la estrategia de la influyente RAND Corporation –que, a pesar de llevar “Corporation” en su nombre, es, en realidad, un “tanque de pensamiento” financiado por el gobierno de EE.UU., sus agencias de inteligencia y varias corporaciones privadas–, debemos responder brevemente a la siguiente pregunta: ¿cuál es la raíz de la enemistad entre “Occidente” y la Rusia postsoviética?

Podríamos señalar, simplemente, que el poder hegemónico necesita enemigos, que ellos son absolutamente indispensables para justificar una serie de políticas que le permiten mantener y acrecentar su ya desmesurado poder, mientras mantiene a raya a competidores tanto internos como externos. Pero también podríamos ser más específicos. Como señaló el periodista Robert Parry en 2016: “Al exagerar la ‘amenaza’ rusa, los neoconservadores y los halcones liberales, que incluyen a gran parte de la prensa mainstream estadounidense, pueden garantizar mayores presupuestos militares del Congreso… (La) presunción neoconservadora es que los rusos –empujados al hambre por las severas sanciones occidentales– sacarán a Putin e instalarán a una nueva versión de Boris Yeltsin, que dejará a los asesores financieros estadounidenses volver con sus ‘terapias de shock’ neoliberales de la década del 90, nuevamente a explotar los vastos recursos (naturales) rusos…”.

Por otro lado, y como señalan los críticos mejor informados, el objetivo principal de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) nunca fue proteger a Europa de la Unión Soviética, sino incorporar a las naciones europeas en el aparato militar norteamericano de manera permanente. Así, la poderosa influencia militar estadounidense sobre la Europa de la posguerra –donde partidos comunistas y socialistas pugnaban por hacerse de victorias electorales– haría más fácil su control político.

Desde entonces, la OTAN viene siendo usada por el complejo militar-industrial y las agencias de inteligencia estadounidenses para cimentar su poder, extender su área de influencia hacia el Este y ejercer control sobre los antiguos dominios coloniales europeos.

AGOTAR Y DESESTABILIZAR

El documento estratégico “Extending Russia” (RAND, 2019) contempla cuatro medidas que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN podrían tomar para fomentar el agotamiento económico y militar de Rusia, su desestabilización y el desprestigio local e internacional del Kremlin.

Las cuatro medidas son las siguientes: primero, disminuir el valor del petróleo a nivel global, reduciendo las ganancias rusas por su exportación. Para ello se fomentaría, en EE.UU., el fracking, una forma de explotación petrolera sumamente contaminante. Segundo, hacer que Europa Occidental deje de comprarle gas a Rusia, reemplazándolo como principal exportador de ese combustible. Tercero, aplicar sanciones a Rusia, preferiblemente de manera multilateral (para lo cual resulta indispensable convencer a otras naciones y a sus ciudadanías de que tales sanciones son merecidas). La cuarta y última medida –mucho menos prometedora según los estrategas de la RAND– consistiría en fomentar la migración de la fuerza de trabajo calificada rusa a otros países, privando al país de sus recursos humanos.

Como contempla el documento de la RAND y explica Danlio Dinucci: “Rusia debe ser atacada por su flanco más vulnerable: su economía dependiente de la exportación de gas y petróleo. Para ello se recurre a sanciones comerciales y financieras y, al mismo tiempo, se busca lograr que Europa disminuya su importación de gas ruso, reemplazándolo por el gas natural licuado estadounidense”.

Luego, en el plano ideológico e informativo: “…se estimulan las protestas internas en Rusia mientras se intenta socavar la imagen de ese país en el exterior”. En el plano militar: “…se maniobra para que los países europeos miembros de la OTAN aumenten sus presupuestos de defensa dirigiéndolos contra Rusia”.

Entre las “medidas geopolíticas” contempladas por los planificadores estratégicos de la RAND (capítulo 4 del documento citado), tenemos lo siguiente: “Los compromisos externos de Rusia son mucho más limitados (que los de la URSS), incluyendo solo pequeñas porciones de Ucrania, Georgia y Moldavia, así como un pedazo más grande de Siria. Enfrenta oposición activa, sin embargo, en el este de Ucrania y en Siria. Estados Unidos ha proveído apoyo limitado a los opositores de Rusia en ambos países y podría hacer más, aumentando los costos rusos”.

En cuanto a Ucrania, la RAND señala que se podría empezar a proveer al país con “armamento letal”. Aquí debemos recordar que, desde 2014, EE.UU. y la OTAN proveen a Ucrania de armamento no-letal o defensivo, junto con sistemas de comunicación, logística y entrenamiento militar.

La RAND contemplaba que, ante una escalada del conflicto ruso-ucraniano, el Kremlin podría retroceder, “contrayéndose a un perímetro más fácil de proteger”. Ello sería contraproducente, pues malograría la estrategia de desgaste. La idea es que Rusia se “extienda” y agote todo lo posible. Los estrategas de la RAND parecen respirar aliviados al reconocer que “lo más probable” es que Rusia caiga en la provocación, aumentando su operación militar y “ocupando más (territorio) en Ucrania”.

Conscientes del claro peligro de provocar una confrontación de visos catastróficos, los de la Corporación RAND explican escuetamente que la política estadounidense debe ser “finamente calibrada”.

“Estados Unidos también podría ser más enfático en su apoyo a la incorporación de Ucrania en la OTAN”, señalan, “…algunos políticos estadounidenses apoyaron esta estrategia en el pasado y el (entonces) presidente de Ucrania, (Petró) Poroshenko, recientemente prometió llevar a cabo un referéndum al respecto”.

Poroshenko, en obvia coordinación con quienes escriben el guion en Washington, firmó una enmienda constitucional en 2019, comprometiendo a su país a incorporarse tanto a la OTAN como a la Unión Europea.

Los genios de la RAND lo tenían todo contemplado, incluyendo la potencial muerte de muchos civiles inocentes: “Hacerse de más territorio ucraniano podría incrementar la carga (económico-militar rusa), aunque a expensas del pueblo ucraniano. Sin embargo, tal desenlace también podría desgastar significativamente el prestigio ucraniano y estadounidense. Podría producir una cantidad desproporcionadamente grande de bajas ucranianas, pérdidas territoriales y flujo de inmigrantes. Incluso podría conducir a Ucrania a una paz poco ventajosa”.

Como sucedió en Siria con los supuestos rebeldes moderados –que, en realidad, estaban en alianza o controlados por al-Qaeda–, las armas proveídas a Ucrania podrían caer en las “manos equivocadas”, confiesa la RAND. El sistema burocrático ucraniano para hacer seguimiento del equipo militar donado, señala, “es anticuado y vulnerable a la corrupción”. Lo que olvidan mencionar es este pequeño detalle: parte de la fuerza militar ucraniana está compuesta por neonazis.

FIEBRE SANCIONADORA

Como podemos constatar, la invasión rusa de Ucrania que comenzó el pasado 24 de febrero ha desencadenado otra invasión: la de nuestras mentes por parte de la propaganda occidental, que se muestra más intensa y exhaustiva que nunca. No deja un solo espacio libre de mensajes antirrusos y convierte en héroes o mártires a figuras dudosas como Zelenski –por no mencionar a los batallones neonazis, como el Azov–.

Entre ellos y la violenta invasión rusa se encuentran millones de civiles, carne de cañón de poco interés para los poderes involucrados, pero en particular el norteamericano, que mira de lejos y dirige el espectáculo propagandístico. EE.UU. y sus socios en Reino Unido llevan años inventando crímenes rusos con el fin de destruir la reputación del gobierno que han tomado por enemigo, como “Russiagate” o el envenenamiento de Sergei Skripal y su hija en la ciudad inglesa de Salisbury. Un análisis superficial de las “evidencias” sugiere de inmediato que, en realidad, nos encontramos ante operaciones psicológicas angloamericanas.

La guerra psicológica librada contra el planeta entero, fenómeno no reconocido ni sancionado por nadie, pero presente de manera innegable –como el aire que respiramos–, justifica las sanciones y castigos que “Occidente” aplica hoy sobre Rusia, persiguiendo los objetivos planteados por la RAND Corporation en cuanto a la destrucción económica de la potencia euroasiática que se rehúsa a subordinarse a Washington.

La enemistad que la élite occidental demanda en relación a Rusia tiene al planeta entero de rehén. Eso no justifica ningún crimen ruso en contra de civiles que nada tienen que ver en los entuertos que se cocinan en los centros de poder globales, occidentales o de donde fuere. Sin embargo, dejar de condenar la frialdad y la arrogancia con la que EE.UU. fomenta y dirige el conflicto y la crisis –con altísimo costo humano–, asegurando que “Rusia es una autocracia conservadora”, deja de lado el asunto fundamental: quién tiene el poder y lleva la voz cantante.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°579, del 25/03/2022

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