MI ARTÍCULO DE 1.000 DÓLARES

Alejandra Ruiz León

Mi columna en Jugo de Caigua tiene un auspiciador escondido: la Universidad de Georgia Tech. Como a cualquier estudiante, mi universidad me brinda acceso ilimitado a publicaciones científicas, incluidas las que reviso para escribir mis artículos. Sin este acceso tendría que pagar unos 100 dólares por artículo revisado y, teniendo en cuenta que reviso una media de diez artículos para escribir, el costo de la investigación por cada artículo que escribo no bajaría de los 1.000 dólares.

Nosotros no pagamos esos 1.000 dólares para leer artículos, y casi nadie lo hace, gracias a las universidades y otros métodos menos institucionales pero necesarios como Sci Hub. La mayoría de los investigadores tenemos acceso a las publicaciones académicas porque nuestras instituciones pagan miles de dólares por suscripciones a revistas académicas. Sin embargo, el tipo de revistas a las que tenemos acceso y la cantidad dependen de la inversión que desean —o pueden— hacer nuestras universidades.

La diferencia de recursos hace que quienes trabajan o estudian en ciertas universidades tengan más o menos acceso a publicaciones científicas, por lo cual en algunos países, como en el nuestro, entran a tallar las instituciones públicas. En nuestro caso, el Concytec ofrece el acceso a repositorios académicos, pero con un presupuesto que ha decrecido en los últimos años, a pesar de estar probado el ahorro que esto significa para las universidades peruanas y la efectividad de brindar a todos los estudiantes e investigadores el acceso libre a publicaciones científicas.

En nuestro país, como en muchos otros, los costos para leer artículos académicos los hace inaccesibles. El problema no radica en no tener presupuesto para pagar las publicaciones, mas bien está en por qué el acceso a las publicaciones cuesta en un primer momento. El costo aproximado de unos 100 dólares por artículo no está determinado por los científicos que escriben estos artículos, ni es una forma de financiar la investigación. Todo lo contrario, estas ganancias van a las editoriales académicas, como Springer o Elsevier, quienes conglomeran decenas de revistas científicas. Es evidente que todo lo que consumimos tiene un costo, como cuando compramos un libro o como cuando nos suscribimos a Jugo de Caigua. Sin embargo, las publicaciones científicas tienen ciertas particularidades que ha hecho que el sistema de publicación sea cuestionable y que muchos gobiernos hayan empezado a exigir alternativas.

El sistema actual de publicaciones académicas tiene a los investigadores como rehenes. Las publicaciones científicas son necesarias para que el conocimiento se comparta dentro de las disciplinas, pero también para que los científicos mantengan sus trabajos y accedan a determinadas fuentes de financiamiento. El bien conocido public or perish, es decir, “publicas o pierdes”. En algunas ocasiones los científicos tienen que pagar por publicar en algunas revistas, un costo que se conoce como “cargos por procesamiento del artículo”, que en revistas como Nature puede llegar a costar hasta once mil dólares. Pensaríamos que este monto cubre el salario que se les paga a los científicos que revisan estos artículos, pero dentro de la academia estas revisiones se hacen de forma voluntaria. Este monto tampoco hace que los artículos sean de acceso abierto, puesto que, de no estar suscrito a una revista, uno además tiene que pagar por leerlos. Según las editoriales académicas, los montos que se reciben por publicar, la publicidad, las suscripciones de las universidades y los ingresos por lecturas individuales no son suficientes para mantener las páginas web que alojan los PDF de los artículos científicos.

Para agregar un nivel más de complejidad a los cobros de las editoriales académicas, hay que saber que no son ellas quienes financian la investigación que están cobrando por leer. En muchos casos, esa financiación es pública, por lo cual cuando un ciudadano paga por leer un artículo está pagando por el doble. Primero, cuando con sus impuestos se financia la investigación y, segundo, cuando tiene que pagar para leerlo. Por ello los movimientos para hacer la investigación científica de libre acceso han sido promovidos por diferentes gobiernos, puesto que ellos son los financian la investigación que luego las revistas privatizan y cobran por leer.

Los promotores del acceso abierto son diversos. Desde proyectos personales, como Sci Hub, donde uno puede leer artículos de forma gratuita, hasta disciplinas enteras que suelen publicar en su mayoría en portales de acceso abierto, y hasta países que consideran el acceso abierto como parte de la democratización del conocimiento. Entre los países que más aprueban este tipo de publicaciones se encuentran los de la Unión Europea, que en 2018 promovieron una de las medidas más estricticas, al “obligar” a los investigadores a proporcionar sus investigaciones en revistas o plataformas de acceso abierto si es que estas se realizaron con fondos públicos. Obviamente, dirigir en qué revistas publican los investigadores es una tarea difícil de controlar y, a pesar de todas las críticas, en el 2022 la Unión Europea anunció que el 86 % de las investigaciones financiadas bajo su programa Horizonte 2020 se publicaron en formato de acceso abierto. Estados Unidos también ha dado pasos hacia la democratización de la investigación. Por ejemplo, todas las investigaciones realizadas con fondos del NIH deben publicarse en un período de doce meses en el repositorio abierto de PubMed Central, caso contrario, la institución puede limitarle el financiamiento a estos investigadores. De la misma forma, durante el gobierno de Obama se promovió la norma de que todas las revistas académicas debían proporcionar acceso abierto a sus artículos después de un año de publicados. Finalmente, esta semana se ha dado lo que se considera el mayor avance para la apertura de las publicaciones, con el aviso de la Casa Blanca de requerir acceso abierto inmediato de todas las publicaciones realizadas con fondos públicos.

A pesar de que esta nueva norma solo afecta a las investigaciones realizadas en Estados Unidos, se espera que su impacto sea global. Según la Oficina de Políticas de Ciencia y Tecnología de Estados Unidos, hasta el 9 % de las publicaciones científicas mundiales provienen de investigaciones realizadas con fondos públicos estadounidenses. Además, significa un cambio en la mentalidad sobre cuán accesible debe ser el conocimiento científico y cómo el sistema actual de publicación beneficia principalmente a las casas editoriales.

Es evidente que el cambio no será inmediato, solo basta leer sobre las demandas de las casas editoriales a la fundadora de Sci Hub, quien es acusada de piratear 88 millones de artículos que realmente pertenecen a los científicos y a la comunidad científica, y no a las casas editoriales. Desde nuestra acera, esperamos que esta apertura del conocimiento no solo se quede en remover las barreras de pago, sino también en hacer la ciencia más accesible, por ejemplo, invitando a más conocimiento publicado en otros idiomas, a mayor accesibilidad en los artículos científicos, a una mayor diversidad de temas, y a un acceso que no dependa de que una universidad financie tu curiosidad científica o en cuánto estés dispuesto a pagar para descargar un PDF.

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