Periodistas de hoy
Ybrahim Luna
En una reciente entrevista con la BBC/Mundo (1/9/2022), el historiador y catedrático francés François Hartog, a propósito de su libro “Cronos: Occidente en la lucha con el tiempo”, comentó: “El presentismo contemporáneo en Occidente surgió con el cuestionamiento del futuro, cuando comenzamos a dudar de que el futuro sería mejor que el presente. (…) Todas las temáticas de progreso que eran el gran motor del mundo moderno empezaron a ser cuestionadas (…). Esa crisis le da paso a una sociedad en donde el futuro ‘jamás será mejor que el presente’”. En resumen, somos una humanidad sin proyección histórica y con la certeza de que el presente es lo único real.
El lingüista y filósofo estadounidense Noam Chomsky, en una conversación de febrero de 1996 con el programa “The big idea”, de la BBC, hizo la siguiente descripción de lo que consideraba el “Modelo de Propaganda” y el rol de los principales diarios de su país: “La estructura institucional de los medios de comunicación es bastante evidente. Hay diferentes sectores, pero los medios que crean el marco en que se mueve el resto (…) son grandes empresas, partes de aún mayores conglomerados. (…) Su mercado son los anunciantes, es decir, otras empresas; su producto son audiencias relativamente privilegiadas (que a su vez son vendidas a otras empresas)…”.
¿Se pueden adecuar los conceptos de ‘presentismo’ y ‘audiencias privilegiadas’ a nuestra realidad para analizar el papel de la nueva prensa peruana?
El periodismo solía ser atractivo para los jóvenes que decidían vivir de las letras, al menos como una alternativa sostenible, un refugio. El periodismo ofrecía la apasionante trama del oficio literario y el glamoroso riesgo de la actividad detectivesca. Uno podía ensayar a ser el nuevo García Márquez o un James Bond que dribleara las represalias de una dictadura. Pues eso terminó. En el periodismo actual no hay amor por la literatura ni fascinación por desentramar las conspiraciones del poder, menos del poder económico.
Las nuevas camadas de “hombres de prensa” que egresan de las facultades de Comunicación tienen por objetivo vivir de la breve fama de las cámaras, la radio o las redes sociales. La mayoría de jóvenes comunicadores no pretende tener una visión histórica y filosófica del mundo ni interpretar las herencias políticas para hacer proyecciones sociales de nuestra realidad en movimiento. Todos buscan un espacio para la popularidad inmediata. Ni siquiera estamos hablando de debates antropológicos, sino de una mínima intuición de lo que está más allá del hecho cotidiano. El objetivo del periodista moderno es llenar el día a día con lo que haya a la mano, generalmente declaraciones y escándalos menores, y mantener cautiva una audiencia que pueda ser traspasada de programación en programación, de noticieros a telenovelas, de espacios de opinión a realities de competencias, de televidentes a compradores.
Algunos dirán que el bucle periodístico es un reflejo del bucle social. Lo más cercano a la verdad es que el periodismo está diseñado para sostener un ciclo social amaestrado e indignado selectivamente, para que las cosas no se desborden fuera del tiempo presente. Nadie debe revisar la historia ni hacer pensar mucho en el futuro.
¿Alguien se ha preguntado por qué los nuevos comunicadores piensan exactamente igual sobre economía? O si… ¿acaso tienen epifanías capitalistas cuando llegan a la TV o al directorio de un diario nacional? ¿Es el fin de la historia?
El dilema más serio del periodismo actual es su confusión existencial con respecto a los principios de la profesión. Ahora domina un pensamiento económico único. El nuevo periodista-comunicador ha aprendido que su papel es el de contrabandista de publicidad, y cree que su función moral (como parte de una empresa) es defender la inversión privada porque de allí proviene el sueldo de sus jefes y el suyo.
Curiosamente no habría mayor dilema si los medios y sus rostros se identificaran con una postura política y económica desde un inicio, como suele ocurrir en Estados Unidos o Europa. Así, el público sabría a qué atenerse. Claro, esto sería ideal en el remoto caso de que existiese una oferta variada en el mercado de la objetividad, y si los medios que discrepan del coro de la SBS (Superintendencia de Banca, Seguros y AFP) tuviesen la misma presencia en los canales de información para competir con los mastines del sistema. Pues no es así.
¿Es mucho pedir que la prensa tenga una visión más allá del inmediato y mediocre presente? A nadie le haría mal estudiar historia y analizar el presente como la pieza de un rompecabezas de largo plazo.
Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°602, del 09/09/2022 p20