PayPal y los tecno-oligarcas

Daniel Espinosa

En su más reciente desliz, la poderosa plataforma de pagos virtuales PayPal amenazó con multar con USD 2,500 a cualquier usuario que incurra en desinformación y otras formas de expresión sancionables. Sin embargo, ante la airada protesta que el anuncio produjo en Twitter, la empresa reculó cancelando la medida punitiva y asegurando que todo había sido un malentendido.

Lo cierto es que la autoritaria política de censura hubiera pasado inadvertida –entrando en vigencia este 3 de noviembre– si no fuera porque un pequeño medio conservador estadounidense, “The Daily Wire”, dio la voz de alarma. Fue a partir de su nota publicada el último viernes 7 de octubre que Twitter estalló y aparecieron los hashtags llamando a boicotear y abandonar PayPal, poderoso enemigo de la libertad de expresión.

Para el lunes 10, el valor de la empresa tecnológica había caído en USD 6,000 millones debido al súbito cierre de miles de cuentas. En un intento por detener la hemorragia, la empresa tecnológica con sede en California empezó a ofrecer USD 15 a quienes desistieran de abandonarla. A pesar de ello, muchos usuarios indignados decidieron compartir en redes sociales los “pantallazos” que mostraban la cancelación de sus cuentas.

Pero PayPal, creada en 1998 (cuando Internet aún seguía en pañales), está valorizada en casi USD 100,000 millones y tiene más de 400 millones de usuarios registrados. Este gigante tecnológico puede darse el lujo de operar a la manera de un gobierno fascista porque, además de su éxito comercial, está sólidamente vinculado al poder.

Varios de los “tecno-oligarcas” y “barones del espacio” que tenemos que tolerar en el siglo 21, como Elon Musk, tuvieron algún tipo de rol en el diseño, desarrollo o auge de esta poderosa plataforma de pagos. Pierre Omidyar –creador de la plataforma eBay– es otro de los nombres más conocidos en relación a PayPal (volveremos a él más adelante). De hecho, varios gigantes tecnológicos, entre los que destaca YouTube, surgieron de exempleados o socios de esta plataforma digital de pagos.

UN VISTAZO AL FUTURO

Las calles del primer mundo se están llenando de cámaras de vigilancia “inteligentes”, con sensores que pueden identificar rostros y la temperatura corporal. Los smartphones que compramos para comunicarnos escuchan nuestras conversaciones; luego, los aplicativos que nosotros mismos les instalamos compiten entre ellos para mostrarnos publicidad relacionada a lo que sea que hayamos mencionado. Ahora este otro aplicativo –que bajamos a regañadientes para poder hacer o recibir ese cómodo pago en línea– desea tener injerencia sobre lo que podemos expresar o leer en Internet.

Y en esta pesadilla nadie sabe quién decide las reglas. Quienes las terminan imponiendo suelen ser las mismas corporaciones multinacionales que producen el servicio y, de manera más asolapada, los poderosos gobiernos que están detrás, sosteniendo el orden político-económico en el que estas empresas privadas surgen y crecen hasta volverse monstruosas.

Mientras tanto, embaucadores profesionales en Davos y Silicon Valley profetizan sobre lo que ellos mismos están planificando: un futuro sin privacidad en el que las máquinas “nos conocerán mejor que nosotros mismos”; un futuro en el que nos insertaremos partes cibernéticas –como el Neuralink de Elon Musk– como si de ponerse y sacarse un sombrero se tratara. Nadie le pregunta a la humanidad qué quiere. En su lugar, este futuro tecnológico no democrático –hecho a la medida del poder y controlado por técnicos con alma de fanáticos– se diseña y se impone de manera virtualmente anónima, como si se tratara de la evolución natural e inevitable de la especie humana. Esta patraña evolutiva –nuestro destino tecnológico supuestamente inevitable– es difundida por farsantes y pseudohistoriadores como Yuval Noah Harari, cuentacuentos favorito del Foro Económico Mundial.

Y, ¿por qué la plataforma PayPal estaría interesada en lo que decimos en Internet? Cuando vamos al mercado, ningún vendedor nos pone condiciones antes de vendernos nada. Todo dinero vale lo mismo. Al abrir una cuenta en algún banco, ningún cajero gris nos pregunta cuál es nuestra posición sobre el aborto o la guerra en Ucrania. Pues bien, todo eso está cambiando rápidamente.

Lo de PayPal fue un vistazo al futuro. Pronto despertaremos y no nos quedará otra alternativa que reconocer que vivimos en una sociedad donde el “crédito social” –ese artilugio chino– es mucho más importante que nuestros derechos humanos inalienables. La mera obediencia a la autoridad será tanto o más rentable que estudiar una carrera y conseguir un trabajo de 9 a 5.

Esta forma de control se hará infinitamente sencilla y fácil de implementar cuando todo el dinero sea electrónico y, ante alguna emergencia que nos impida trabajar –ya vivimos una–, nuestros gobiernos nos llenen las billeteras virtuales de subvenciones en moneda digital. Entonces, cada centavo estará controlado y se nos indicará dónde podemos gastarlo y en qué.

DISCÍPULOS DE GEORGE SOROS

Al hablar del envidiable posicionamiento comercial y político de PayPal –cuyo concepto de “desinformación” es, por supuesto, totalmente arbitrario–, no podemos dejar de resaltar al ya mencionado Pierre Omidyar, “tecno-oligarca” y mecenas de cientos de fundaciones civiles regadas por todo el planeta. En 2002, Omidyar llevó a PayPal al éxito al asociarlo con su mercado en línea, eBay, convirtiendo a aquella plataforma –de cara a sus usuarios– en el método de pago por defecto. La compañía volvería a ser independiente 13 años después, en 2015. Un lustro antes, en 2010, empezaría a mostrar su verdadera naturaleza al congelar y luego eliminar la cuenta de WikiLeaks, enemigo N°1 de las oligarquías occidentales.

Omidyar, de ascendencia iraní, nació en París en 1967. Como el magnate húngaro George Soros antes que él, decidió servir al imperialismo occidental poniendo buena parte de su riqueza al servicio de la “promoción de la democracia” en el extranjero, cofinanciando los mismos proyectos que la NED y USAID, entidades al servicio de la política exterior estadounidense. Hoy, siguiendo la misma línea, también financia a decenas de “fact-checkers” y varios medios periodísticos de influencia internacional, como “The Intercept”.

George Soros estrenó sus métodos de subversión extranjera en la Unión Soviética en decadencia, donde solventó toda clase de iniciativas “democráticas” y a varios burócratas y oligarcas dispuestos a privatizarlo todo. Omidyar también hizo sus primeros pinitos ahí cerca, en la Ucrania postsoviética, donde financió a algunos de los ultranacionalistas antirrusos –y a las huestes neonazis– que protagonizaron el “Euromaidán”, como se bautizó al golpe de Estado contra Kiev de 2014. Los astutos Soros y Omidyar –a través de sus fundaciones y los medios de prensa que financian– también solventaron destapes como los “Panama Papers”, que se centraron en Vladimir Putin y algunos de sus oligarcas, a pesar de que tanto Omidyar como el mismo Soros figuraban entre los beneficiarios de los paraísos fiscales administrados por los delincuenciales Mossack & Fonseca.

Terminemos esta brevísima semblanza con una incuestionable confirmación del pedigrí de Omidyar. En una celebración realizada el 6 de noviembre de 2013, la neoconservadora Samantha Power –embajadora de EE.UU. ante la Organización de Naciones Unidas durante el gobierno de Barack Obama– pronunció el siguiente agradecimiento: “Las donaciones privadas ahora equivalen a más de dos tercios del total de lo que el gobierno de EE.UU. dona en ayuda extranjera… Y a través de su ejemplo, George (Soros) ha definido lo que significa ser un filántropo moderno… allanando el camino para la llegada de Bill y Melinda Gates, Warren Buffet, Pam y Pierre Omidyar, entre otros. George fue el primero”.

Con estos “filántropos modernos” y sus soluciones tecnológicas, ¿Quién necesita villanos?

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 608 año 13, del 21/10/2022, p13

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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