Desvergüenza e indecencia

Cecilia Blondet

El ex presidente de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, se suicidó por vergüenza ante la sanción social y moral frente a una acusación de soborno millonario. En Gran Bretaña, Michael Martin, presidente de la Cámara de los Comunes (el equivalente al presidente de nuestro Congreso), se ha visto obligado a anunciar su renuncia ante el destape de gastos excesivos cometidos por los parlamentarios. Renunció por vergüenza al defraudar la confianza popular.

No son hechos ajenos para nosotros: ¿por qué, en otros países, los políticos que cometen fechorías renuncian a sus cargos o se mueren (literalmente) de vergüenza? ¿Y por qué los políticos peruanos, ante hechos flagrantes, lejos de responder con transparencia e informar, se enredan, niegan o se esconden, reforzando la percepción en la población de que todos los políticos son unos corruptos? Hasta el momento, hasta donde sabemos, en el Perú no ha renunciado ningún congresista por haber sido encontrado con las manos en el pollo al falsear facturas o por compartir el sueldo de sus contratados, acto bastante frecuente en este y otros congresos.

Vamos al grano. Los jóvenes Fujimori, Keiko, Hiro, Sachi y Kenji, acabando quinto de media, salieron a estudiar fuera del país. Las universidades del Perú no le parecieron una opción aceptable al entonces presidente Fujimori, ex rector de la Universidad Agraria. Por eso los Fujimori, a diferencia de la mayoría de peruanos y peruanas que estudiamos en nuestras ciudades, hicieron su formación universitaria en Estados Unidos, en universidades muy reputadas y, en consecuencia, muy caras. De dónde sacó el dinero el presidente es algo que todavía tiene que hacer cuadrar Keiko con calma, sin malos humores y sin hacerse la víctima. Sus tíos Montesinos y Pinchi Pinchi ya hablaron, y la plata de la abuelita, de la tía Rosa, del cuñado y el terreno familiar no llega a explicar semejante costo.

Pero, por qué si al presidente le pareció que la educación universitaria no era buena para sus hijos, no decidió mejorarla para ellos y para todos los jóvenes del Perú. ¿En lugar de tanta inversión políticamente rentable en locales escolares (muchos de ellos hoy destruidos por su mala calidad), por qué no mejoró el sueldo de los profesores universitarios, arregló los comedores y dormitorios estudiantiles, abasteció con carpetas, laboratorios, salas de cómputo, en lugar de mandar a las FF.AA. a tomar las universidades o al grupo Colina a eliminar a alumnos y profesores?

Si Fujimori hubiera invertido en mejorar las condiciones de estudiantes y docentes, quizás su hija, que lo quiere indultar, no tendría que pasar hoy por el aprieto de tener que justificar unas cifras que son, moral y matemáticamente, injustificables. Sin decencia ni vergüenza no hay renuncia.

FUENTE:
http://peru21.pe/impresa/noticia/desverguenza-indecencia/2009-05-26/247410

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