El Gobierno de Humala a los Dos Años


Steven Levitsky

¿Cómo evaluar los primeros dos años de la presidencia de Ollanta Humala? Hay que empezar con un poco de perspectiva. Durante la campaña de 2011, varios comentaristas de los medios más influyentes del país nos dijeron que un gobierno de Humala sería chavista o velasquista. Bajo Humala, nos aseguraron, el Perú caería en dictadura y la economía se volvería estatista.

Se equivocaron. Según varios índices internacionales, el Perú ha cambiado poco en los últimos dos años. Por ejemplo, la ONG estadounidense Freedom House califica a los países en términos de derechos políticos y libertades civiles (1 es el más libre; 7 el más autoritario). En 2010 y 2011, el Perú recibió una calificación de 2,5 (2 por derechos políticos; 3 por libertades civiles). En 2013, la calificación fue igual. Según Freedom House, el Perú sigue siendo “libre.” En términos del régimen político, entonces, el Perú no ha cambiado bajo Humala.

En términos del modelo económico, la Fundación Heritage, una ONG estadounidense de derecha, publica un índice anual de “libertad económica”, que califica a los países de 0 (estatista) a 100 (libre mercado). En 2010, el último año completo de García, Perú recibió una calificación general de 67,7. En 2013, su calificación fue 68,2. En términos más específicos, la calificación peruana por “libertad para la inversión” se mantuvo en 70,0 entre 2010 y 2013, mientras su calificación por “libertad empresarial” subió de 65,8 a 72,3. En otras palabras, según la Fundación Heritage, una institución pro mercado, la economía peruana se volvió ligeramente más libre bajo Humala.

¿Y la corrupción? Transparencia Internacional publica un índice anual de “percepciones de corrupción,” que califica a los países de 0 (más corrupto) a 100 (menos corrupto). Entre 2010 y 2012 (el último informe publicado), la calificación del Perú mejoró ligeramente, de 35 a 38.

Contra los pronósticos histéricos de algunos comentaristas, entonces, el Perú cambió muy poco durante los primeros dos años del gobierno de Humala. Para bien o mal, los niveles de democracia, capitalismo, y corrupción se mantienen más o menos iguales.

Bajando al terreno político, el rendimiento del gobierno ha sido, hasta ahora, regular. Según los estándares peruanos, una aprobación presidencial de 35-40% no está mal. Perú es un país difícil de gobernar. El Estado peruano es muy débil. Nunca ha sido capaz de brindar servicios públicos –seguridad, educación, salud– de calidad. Cuando el Estado no funciona bien, todos los gobiernos terminan gobernando mal. El desgaste es casi inevitable. Desde 1997, ningún presidente peruano ha podido mantener una aprobación superior a 50%. Al cumplir dos años de su segunda presidencia, García estaba en 26%. Toledo estaba peor. Para un presidente novato y sin equipo, cumplir el segundo año cerca de 40% no está nada mal.

Sin embargo, hay razones para preocuparse. La situación económica se empeora (gracias a condiciones internacionales, no al caso Repsol), algo que, junto con el inevitable desgaste, debilitaría más al gobierno. Si la aprobación de Humala baja a los niveles de García, podría haber una crisis de gobernabilidad. García pudo gobernar con 25% de aprobación porque era un político experimentado, tenía un partido disciplinado que lo defendía bien, mantenía alianzas informales con otras fuerzas importantes (fujimorismo, Castañeda Lossio), y gozaba del fuerte apoyo del establishment conservador.

Humala no tiene estas cosas. Políticamente, está cada vez más aislado. La derecha no lo quiere, y el APRA y gran parte del fujimorismo están en pie de guerra. Por otro lado, la coalición construida por Humala en 2011 se ha disuelto. La izquierda está en oposición y Perú Posible está en crisis. Además, las relaciones entre el gobierno y el ala moderada del establishment –Álvarez Rodrich, Tafur, Palacios, Vargas Llosa– se han deteriorado. Humala cumple dos años, entonces, con pocos aliados políticos. Tiene aliados militares, pero los militares no sirven de mucho en democracia.

Aunque Humala no parezca reconocerlo, el aislamiento político tiene costos. El gobierno carece de figuras de peso capaces de defender sus políticas en público (en el Congreso o en los medios), de influir en la opinión pública, o de ganarle a Mauricio Mulder o a Rosa María Palacios en un debate. Tampoco tiene gente con capacidad política para negociar con los empresarios, con los sindicalistas y los movimientos sociales que protestan, o con el propio MEF. Los militares y los servicios de inteligencia ayudan muy poco en estas tareas.

Si Humala sigue aislándose políticamente, el mejor escenario sería un gobierno mediocre, sin demasiados logros, que llegará cojeando hasta 2016.

El peor escenario sería un destino parecido al de Lucio Gutiérrez en Ecuador. Como Humala, Gutiérrez fue un rebelde militar convertido en candidato populista. Ganó la presidencia en alianza con la izquierda y grupos indígenas. Una vez instalado en el poder, hizo un giro a la derecha y rompió con sus aliados originales. Forjó una alianza con la derecha, pero la alianza no duró. Quedó aislado, y terminó derrocado por una ola de protesta.

No estoy diciendo que Humala va a terminar como Gutiérrez; solo que el aislamiento político es peligroso y que es mejor evitarlo. Reconozco que construir coaliciones es difícil en el Perú, porque casi no hay partidos con los que negociar. Pero Humala podría buscar figuras con más peso, experiencia y representatividad política. Tendría que ofrecerles no solo puestos y responsabilidades sino espacio para trabajar, porque nadie de valor quiere un puesto sin poder real. En otras palabras, tendría que delegar.

No sería fácil. Para delegar, hay que confiar, y Humala desconfía mucho. Pero la desconfianza resta, y no suma, aliados. Y Humala necesita aliados. Un presidente novato necesita ministros fuertes, no débiles.

En una entrevista la semana pasada, Milagros Leiva me preguntó si el Presidente quiere ser el Llanero Solitario (yo, tonto, no sabía qué cosa era el Llanero Solitario). No creo. El Llanero Solitario solo existe en las películas y las dictaduras. En democracia, nadie puede gobernar solo. Los Llaneros Solitarios terminan aislados.  Y tarde o temprano, los gobiernos aislados terminan mal.

http://www.larepublica.pe/columnistas/aproximaciones/el-gobierno-de-humala-a-los-dos-anos-20-07-2013

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