Es posible un modelo económico con derechos laborales y mejores salarios

Félix Jiménez

El modelo económico neoliberal descuida el desarrollo de los mercados internos porque genera una distribución de los ingresos que perjudica a los trabajadores. El estancamiento de los salarios reales y la precarización del empleo es consustancial a este modelo. No se dinamiza ni se industrializa la economía y, por lo tanto, se posterga el desarrollo de mercados internos, porque se cree que se adquiere ventaja competitiva en los mercados internacionales cuando se dispone de mano de obra con bajos salarios y bajos costos laborales no-salariales.

EL PREDOMINIO DEL EMPLEO PRECARIO
 
El estilo de crecimiento económico neoliberal tuvo consecuencias importantes en la generación de empleo y de ingresos. Es verdad que aumentó el empleo con el crecimiento económico de la última década. Pero como se trató de un crecimiento impulsado por la demanda externa y los altos precios de los minerales, este crecimiento no alteró significativamente la estructura del empleo. De acuerdo con información del INEI para el año 2013, el 73.7% del empleo es informal y el 70.9% se encuentra en empresas de «1 a 10 trabajadores» (microempresas), donde predominan los bajos ingresos y bajas calificaciones.

La manufactura perdió importancia en la generación de empleo: participa solo con el 10.1%. La elasticidad empleo-producto de este sector disminuyó de 0.764 –que es la que se registra en el período de los sesenta–, a un promedio de cerca de 0.55. De otro lado, la agricultura, comercio, servicios y la construcción, concentran el 88.3% de la PEA ocupada. Son sectores productores de bienes y servicios no transables, y son los que mayores «oportunidades» de empleo generan (63.7%). La agricultura que es básicamente tradicional participa con el 24.6% del empleo total.

Por último, el 78.2% de los ocupados en los sectores comercio y servicios, y cerca del 80% de la PEA ocupada en la agricultura, se encuentran en empresas de «1 a 10 trabajadores». En estos tres sectores predomina el empleo informal, es decir, el empleo sin derechos laborales que incluye a asalariados fuera de planilla, a los que trabajan por cuenta propia o en empresas no registradas jurídicamente. Son trabajadores sin recursos suficientes para proteger a sus familias y enfrentar sus necesidades de salud y educación.

Esta situación de precariedad laboral proviene del desmantelamiento de los estándares laborales básicos propiciado por el neoliberalismo desde la década de los noventa. «La disciplina del hambre –decía John Bates Clark, autor de la teoría de la distribución del ingreso basada en la productividad marginal–, descalifica al trabajador para hacer una negociación exitosa, y si el empleador está en total libertad de contratar a los hombres que individualmente podrían ofrecerse a trabajar bajo la presión del hambre, el empleador puede conseguirlo por muy poco» (Clark, 1913, p. 292).

OTRO MODELO DE CRECIMIENTO

La mayor desigualdad en la distribución de los ingresos y el estancamiento de los salarios reales, le hizo perder liderazgo en el crecimiento a la manufactura y a la agricultura. El resultado fue la imposibilidad de endogenizar el crecimiento económico por la vía de la expansión y creación de mercados internos.

Durante el «fujimorato», el salario real promedio fue equivalente a solo el 37.2% del registrado en el año 1987. Este promedio no cambió significativamente durante los últimos años. Mientras el PBI per cápita creció a la tasa promedio anual de 3.9% entre 1993 y 2013, los salarios reales lo hicieron a la tasa insignificante de 0.35% promedio anual.

Para los neoliberales los derechos laborales y el cuidado del medio ambiente son vistos como costos que deben ser minimizados para estimular las inversiones. Por eso el crecimiento se hizo dependiente de los mercados internacionales, al mismo tiempo que se descuidó el desarrollo de los mercados internos.

Entonces, lo que el país necesita para desarrollarse es endogenizar su crecimiento; y esto, como señala Palley (2002), requiere «salarios crecientes y una mejor distribución del ingreso. Juntos generan un círculo virtuoso de crecimiento donde un aumento de los salarios estimula el desarrollo del mercado doméstico y el desarrollo del mercado doméstico estimula el crecimiento de los salarios». Los países que fortalecen su mercado interno, desarrollando la industria y la agricultura, están menos sujetos a las fluctuaciones de los mercados internacionales. Además, democracia y buenos estándares laborales (no discriminación, libre sindicalización, contratación colectiva, seguridad social, y otros derechos y beneficios sociales), son la clave de este nuevo modelo.

Hay que recordar que el fácil acceso a mano de obra barata, además de fomentar el extractivismo o rentismo entre las empresas, «elimina el incentivo para que las empresas disminuyan sus costos desarrollando o adoptando nuevas tecnologías». La ganancia genuina de competencia basada en los aumentos de la productividad y las mejoras en la calidad, se sustituye por la ganancia de una competitividad espuria que erosiona la calidad del trabajo, el medio ambiente y la distribución del ingreso. No se puede ganar competitividad a costa de la capacidad adquisitiva de los salarios, y de los derechos y beneficios de los trabajadores.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Cuando no se paga un salario digno –como señala J.M. Clark (1929)–, «hay una pérdida de capacidad productiva que cae como una carga generalizada en la sociedad, que a menudo afectan a las futuras generaciones». El estancamiento de los salarios reales causa un daño irreversible al capital humano de los pobres.

*Félix Jiménez.  Economista Ph.D.  Profesor Principal de la PUCP

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