La poca estatura de Alan García

Juan Carlos Tafur

Mientras el APRA continúe ligado al itinerario personal de Alan García, seguirá cavando su tumba. La poca estatura política y moral del expresidente, puesta de relieve en su altisonante e injustificado pedido de asilo a la embajada de Uruguay apenas vio que un fiscal independiente empezaba a investigar sus vinculaciones con la empresa Odebrecht, pone de manifiesto el absoluto desencuentro de García respecto de la sensibilidad popular hacia su partido.

No hay en el Perú persecución política. Vizcarra ha crecido políticamente a partir de haber confrontado con la oposición keikista obteniendo un inesperado instrumento de gobernabilidad. En esa medida surge un Presidente empoderado con capacidad de marcar agenda, pero no hay un solo indicio de que desde Palacio se digite a fiscales y jueces en contra de los opositores, como irresponsablemente el fujiaprismo y sus waripoleras mediáticas sugieren o denuncian.

Lo que ha sucedido en el seno del Poder Judicial y el Ministerio Público es que el cogollo fujiaprista, infiltrado durante décadas en ambos poderes, ha perdido relevancia. El descabezamiento del Consejo Nacional de la Magistratura supuso una pérdida de poder del APRA dentro de ambas entidades, pero ello, lejos pues de interpretarse como intromisión política, se debe saludar como el fin de ella.

García conduce al aprismo al despeñadero. Lo hizo en 1985 cuando, atrasado programáticamente décadas, impuso un programa heterodoxo y populista, cuando ya la región marchaba hacia ajustes macroeconómicos y orden fiscal. Reincidió el 2006. Cuando ya el entorno regional discutía la superación de la etapa proempresarial y la necesidad de pasar a reformas de segunda generación, García creyó que correspondía capitalismo salvaje, la pichicata estatal para los grandes grupos empresariales y cero reformas institucionales. Siempre, como se ve, Alan García va algo retrasado respecto de la historia.

Gobernó del 85 al 90 como El antiimperialismo y el APRA y del 2006 al 2011 como Treinta años de aprismo. Es saludable. Mejor el segundo que el primero, pero pasar del desastre a la mediocridad no debería ser un consuelo. Lo que correspondía en su última gestión era invertir capital político en algunas reformas estructurales, cosa que García no hizo ni por asomo.

Endulzarle el camino a los oligopolios empresariales del país le pudo dar buenos resultados fiscales, pero la agenda pendiente eran la educación, la salud pública, la descentralización, las propias reformas económicas (laboral, tributaria, descentralización, etc.), reformas políticas y judiciales. Y de eso, ni hostia. García estaba feliz coqueteando con sus amigotes ricachones, entre ellos los brasileños y los de Odebrecht en particular, sobre cuyas relaciones no tan santas está siendo hoy investigado.

En el balance y liquidación política de García, este caprichoso y atemorizado pedido de asilo solo será un manchón más en una trayectoria que ha buscado aires dramáticos no en los grandes cambios sociales que podía haber impulsado sino en el melodrama cotidiano y recurrente de actitudes matonescas, veleidosas e inesperadas. En esto ha gastado su adrenalina alguien como García, no en ser un referente político turbulento e impulsor de las grandes transformaciones que el Perú necesita a gritos.

Y quizás su mayor pasivo sea haber destruido al aprismo como opción en el mediano plazo. Hay una generación promisoria de jóvenes apristas y su mensaje programático, reinterpretado, puede tener enorme vigencia. Debería ser el APRA el gran partido popular de un centro moderno en el país, el fiel de la balanza del tablero político nacional. Pero lamentablemente ha decidido hipotecarse a los desvaríos de un personaje como García, quien hace tiempo debió haber sido puesto de lado en el viejo partido de la avenida Alfonso Ugarte.

-La del estribo: tiene razón Ramiro Llona cuando expresa su malestar por la exclusión de grandes pintores peruanos, como Gerardo Chávez o José Tola, de una exposición como la de ARCO en Madrid, que cuenta con el auspicio institucional del gobierno peruano. Si fuese solo un asunto de coleccionistas o galeristas privados, no hay nada que decir sobre el asunto, pero si el Estado toma la batuta presupuestal, debe honrar una convocatoria que no sea excluyente, menos de artistas de la talla de los mencionados (el propio Ministerio de Cultura organizó el año pasado una extraordinaria muestra conmemorativa por los 80 años de Gerardo Chávez).

https://larepublica.pe/politica/1363690-estatura-alan-garcia

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