DEVELANDO LA RETÓRICA DEL MIEDO DE LOS FUNDAMENTALISMOS

Centro de la mujer peruana Flora Tristán

Develando la retórica del miedo de los fundamentalismos. La campaña “Con mis hijos no te metas” en Colombia, Ecuador y Perú, como el título lo dice, reflexiona sobre lo que hay detrás de la campaña contra la mal llamada “ideología de género”, que en 2017 y 2018 se desarrolló con fuerza en distintos países, aun cuando sus antecedentes se remontan a la primera década del noventa, y que alcanzó su máxima expresión con las movilizaciones de “Con mis hijos no te metas”.

Nos proponemos la publicación de futuros textos con lo sucedido en otros países y en qué contextos se realizan estas campañas, que, incluso, movilizan a niñas/os de escuelas.

En el fondo, estas campañas lo que buscan es continuar controlando la sexualidad y la reproducción de las personas, en especial de las mujeres, que ha sido la estrategia en que se ha basado el patriarcado desde sus orígenes para la dominación de género. Esto no es casual, pues a lo largo de los países se han venido dando cambios fundamentales, sobre todo con relación a los derechos sexuales y derechos reproductivos, como la educación sexual integral, la despenalización del aborto, la adopción de niñas/os por parte de parejas homosexuales, el matrimonio homosexual, entre otros, cambios a los que se oponen estos sectores fundamentalistas.

Esta oposición se ha materializado en el término “ideología de género”, lo que nos lleva a la primera interrogante: ¿es el género una ideología?: no, el género es una categoría de análisis que estudia las relaciones entre hombres, mujeres y personas de la diversidad sexual y las relaciones intragénero para dar cuenta de las desigualdades sociales por el hecho de ser ubicados en el espacio de lo femenino. Esta categoría no se analiza de manera aislada sino en relación con otras categorías sociológicas, como la clase, la raza, la edad, la etnia, etcétera.

El género, como lo define la Real Academia, hace referencia al “Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”. Es decir, los roles de género son aprendidos en el proceso de socialización, a partir de los significados que se han dado al hecho de ser hombres o ser mujeres.

Sin embargo, la naturalización de la desigualdad de las mujeres en el discurso de los fundamentalistas los lleva a afirmar que estas diferencias son un reflejo de la naturaleza, por consiguiente, no pueden ser modificadas; es decir, su concepción se basa en un determinismo biológico.

Las relaciones de género, desde la construcción del patriarcado, han significado relaciones de poder, ha determinado que el hombre (el hombre heterosexual) se erija como centro, como medida de lo cultural, lo racional, “lo correcto o normal”, y la mujer como lo inferior, lo irracional, emocional, y lo “feminizado” como anormal y contranatural. (Los fundamentalistas niegan la homosexualidad como una condición e, incluso, ponen en duda su humanidad).

En este sentido, sí podemos hablar de ideología patriarcal, pues a partir de colocar a las mujeres y a lo femenino en una situación de inferioridad se han construido normas, valores, costumbres, instituciones y un discurso, que se ha instalado en los imaginarios sociales. Es decir, el patriarcado es representación, ideología y práctica. Esto ha llevado al feminismo a comprender que la lucha para erradicarlo es una lucha cultural, pues implica un cambio de mentalidades para que las mujeres dejen de ser concebidas como objetos, como propiedad de los hombres, y las personas de la diversidad sexual como los “anormales”. Esta concepción lleva a la violencia contra todas ellas, al definirlas como carentes de autonomía y libertad, con derechos derivados y no propios por su condición de personas.

La primera cuestión, entonces, es que el término “ideología de género” encierra una falacia, que tiene como base oponerse a la transformación social que busca el feminismo para que se dé en nuestras sociedades una real democracia con libertad y justicia.

Otro aspecto de los fundamentalistas es que niegan la diversidad de familias existentes, solo conciben como tal a la familia conformada por papá, mamá e hijas/os, ignorando que por lo menos un treinta por ciento de familias en nuestros países está bajo la jefatura de una mujer (sea madre, abuela, tía…), y, aunque en menor medida, también por un hombre solo o por personas de la diversidad sexual.

No se puede hacer prédica “normalizando” solo una realidad y colocando en los márgenes a aquellas que no se adecúan a lo manifestado por sus discursos, pues de esa manera las sitúan bajo una mirada de inferioridad que da lugar a discriminaciones y a sufrimientos en las personas que viven en ese contexto.

Por ello es fundamental que se analice el trasfondo de estas campañas en nuestros países para demostrar cómo la raíz de todo es continuar manteniendo situaciones de poder. Es innegable que el pensamiento religioso ha perdido parte de este poder en nuestros países, por influencia de los avances científicos (difundidos a través de las redes sociales), pero también por el impacto de movimientos sociales, como el feminismo y los derechos humanos, que han fortalecido la sociedad civil, y han promovido la defensa de un estado de derecho laico.

Reconocemos que existen amplios sectores de la sociedad que se refugian en la religión como una forma de protegerse y de consolarse ante la pobreza y la orfandad en que viven, frente a un Estado que no imparte justicia, que debe empezar por dar a sus ciudadanas/os condiciones básicas de vida que les permita una existencia digna y su realización como personas. Y también existen otros sectores que por creencias personales, que respetamos, pues son parte de sus derechos ciudadanos, que creen en sus líderes y no ven que detrás de estas campañas está el objetivo de mantener y proteger situaciones de privilegio y para ello se ha dado una alianza entre la Iglesia Católica, las iglesias evangélicas y ciertos grupos con poder económico global.

En la manipulación de las conciencias, los fundamentalistas no han dudado en utilizar el miedo como una forma de movilizar a las personas, creando fantasmas donde no los hay, aprovechando la desinformación que existe en nuestros países y dando una dimensión de amenaza al feminismo al igual que al movimiento de la diversidad sexual, al difundir el mensaje que se desea “homosexualizar” a las/os niñas/os y jóvenes.

¿Es que las/os jóvenes por propia “voluntad” podrían orientar su sexualidad hacia la homosexualidad en países como los nuestros donde son expulsados de sus hogares a temprana edad, son discriminados, sufren violencia y hasta crímenes de odio?

Precisamente, lo que buscan las distintas expresiones del feminismo es terminar con esta violencia orientada hacia las mujeres y las personas de la diversidad sexual que día a día llenan los titulares de los medios de comunicación, una violencia que parece no tener importancia para los fundamentalistas con tal de mantener su influencia y poder en la sociedad, que significan réditos económicos y políticos y una vida de llena de prerrogativas.

La revisión que hacen las autoras, nos permite ver que los fundamentalismos buscan cerrar el paso a propuestas que significan una vida más autónoma y libre.

Lo que llama la atención es su capacidad para utilizar los medios virtuales, programas de televisión, documentos, revistas gráficas, para su prédica; también las ceremonias de culto; al mismo tiempo que realizan marchas, recogen firmas, organizan vigilias. Además, de la incidencia directa que hacen en los ministerios u oficinas de gobiernos involucrados en temas que se debaten en espacios nacionales o internacionales para bloquear cualquier nueva norma o nueva declaración de las naciones que ellos sientan vaya contra sus intereses. Un amplio trabajo político que requiere recursos económicos y humanos.

Estas acciones, en algunos países, se desarrollan con el apoyo de gobiernos como fue el caso de Rafael Correa en Ecuador que cuando era presidente denunció los peligros de la “ideología de género”. O en contra de los gobiernos, como en Colombia, donde se acusó que el Acuerdo de Paz con las FARC estaba infectado de la “ideología de género”.

Pero las campañas más incisivas se han orientado a oponerse a la introducción de la educación sexual a lo largo de países desarrollados como Alemania o Italia o en países pobres como el Perú. Esto nos demuestra que están penetrando tanto a las clases que se suponen ilustradas, como a los sectores con menos formación. Y para ello recurren a procesos judiciales para lograr sentencias prohibiendo la educación sexual, a lo que se suma la defenestración de las/os titulares de las carteras de educación. Es una forma de demostrarnos permanentemente su poder, que no ha podido ser respondido con contundencia desde la ciudadanía, acaso porque en muchos sectores todavía existen dudas sobre la importancia de la educación sexual para prevenir la violencia de género contra las mujeres, para prevenir la violencia sexual contra niñas/os y prevenir el embarazo adolescente, al promover relaciones equitativas entre hombres y mujeres, respetando las diferencias y reconociendo la igualdad de derechos. Por ello es un desafío para los feminismos realizar un trabajo que aclare conceptos y exponga la importancia de estos cambios, y en este sentido se orienta esta publicación.

No cabe duda que los fundamentalistas han afinado estrategias y están a apelando a “verdades científicas” y a los derechos humanos para construir falsas verdades. Además, han suavizado su discurso para no aparecer abiertamente homofóbicos; pero el tema de la sexualidad es el que más los pone en evidencia, es como si sintieran horror de aceptar que ella es parte de la vida y no solo un recurso para la reproducción de la especie.

Todos estos discursos se caracterizan por desarrollar una retórica del miedo, como tan claramente se señala en este libro: dicen que el género amenaza la libertad de culto, más aún si se convierte en una norma constitucional como advertían los sectores conservadores de Colombia; predican que los católicos tienen que alejarse de ella, pues va contra los designios de Dios (que creó a los seres humanos hombre y mujer); argumentan que la crianza de niñas/os por parte de parejas de homosexuales dará lugar a hijas/os débiles, con problemas de identidad, más vulnerables y sin valores éticos; y atemorizan a sus seguidores repitiéndoles que toda persona que se oponga a la homosexualidad va a ser perseguida.

Así, fomentando el temor, se moviliza a los padres y madres de familia a presionar directamente a las instituciones educativas para que no impartan educación sexual, como atestiguan docentes en colegios de Lima. Y esto, a su vez, divide a las/os protagonistas de estos debates en buenos y malos, los que desean el bien para la ciudadanía y los que buscan el mal porque están llenos de odio.

Vivimos, entonces, en un contexto que nos muestra a sectores conservadores fortalecidos y en movilización en distintos países; un momento en que la derecha liberal ha buscado apropiarse del término “género”, pero despolitizándolo, alejándolo del significado que le ha dado el feminismo para convertirlo en un concepto técnico vaciado de todo su poder de denuncia.

Incluso, al interior de organismos internacionales, se han formado agrupaciones como el Grupo Hemisférico de Parlamentarios, que se desprende de la OEA, o el Grupo Amigos de la Familia que acciona al interior de las Naciones Unidas, para combatir sus acuerdos referidos a los derechos sexuales y derechos reproductivos o al Estado laico.

Todo esto ha dado lugar a una disputa por los escenarios de debate: medios de comunicación, espacios públicos y espacios académicos. En los primeros, sabemos que muchas veces el periodismo incentiva la confrontación, bajo la premisa que así venden o ganan mayor rating, por el ello el feminismo no debe caer en el juego y aprovechar las ocasiones para plantear ideas claras, develar las retóricas del miedo y hacer docencia. En los segundos, vemos que hasta colegios profesionales, como el Colegio de Abogados en Perú, cede lugar a las/os representantes de los fundamentalismos como voces únicas; por ello, se deben ampliar los debates a diversos puntos de fácil acceso.

En el espacio académico debe primar el conocimiento científico para que las/os futuros profesionales sean formados sin sesgos ni preconcepciones.

Este último espacio es sustancial. La teoría feminista ha logrado un desarrollo importante y tiene bases para demostrar que sus herramientas son clave en la construcción de un conocimiento veraz y objetivo sobre las brechas de desigualdad de las mujeres en la sociedad y sobre sus causas.

Hay que recuperar la noción de laicidad que tenga como eje la ciudadanía, no en relación a una o distintas iglesias, sino como parte de la universalidad de los derechos humanos, que están al margen de los credos o cualquier otra diferencia.

Se debe reiterar que la violencia en todas sus expresiones es consecuencia de la ideología patriarcal, no es efecto de una reacción repentina propia de instintos no contenidos, sino una conducta que se respalda en la idea las mujeres son objetos de propiedad de los hombres, sin libertad ni autonomía, sino que están para satisfacer la voluntad y los deseos masculinos. Y lo más grave es que esta situación es cubierta por un manto de impunidad al pedir a las mujeres un sacrificio de amor, que fortalezcan su papel de guardianas de la familia y de la sociedad, negándolas a ellas como personas,
como seres individuales con derechos.

Todos estos aspectos son abordados con claridad y solidez en esta publicación, que representa una fuente importante de información y de argumentos que van a enriquecer la reflexión y el diálogo, que es lo que busca el feminismo, en su apuesta por fortalecer la democracia; especialmente en los últimos tiempos en que están surgiendo voces desde los sectores públicos y de los medios sobre cómo el machismo está golpeando y matando a mujeres, violentando a niñas/os y asesinando a personas de la diversidad sexual. No obstante la arremetida fundamentalista, también se está tomando conciencia que en la base de esta violencia y discriminación está la ideología patriarcal, que tenemos que transformar, y ello debe comprometernos a todas/os, teniendo como horizonte la justicia y la libertad, temas que históricamente han sido los ejes de la lucha feminista.

* Prólogo al libro DEVELANDO LA RETÓRICA DEL MIEDO DE LOS FUNDAMENTALISMOS. LA CAMPAÑA “CON MIS HIJOS NO TE METAS” EN COLOMBIA, ECUADOR Y PERÚ

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