Perú: La meta está cerca, pero la carrera no ha terminado

Carlos Monge

Pedro Castillo está cada vez más cerca de ganar la elección. Lo dicen IPSOS, IEP, DATUM y CPI, más allá de sus diferencias metodológicas y políticas. La campaña de terruqueo y miedo al chavismo y al comunismo ha sido intensa, pero más han pesado tres asuntos fundamentales.

Primero, el hartazgo con la clase política, egoísta y corrupta, de lamentable comportamiento desde el 2016 en adelante, incluido este año de crisis sanitaria y económica. Fujimori es parte de esa clase política. Castillo no lo es.

Segundo, la identificación con alguien que es profesor, campesino y rondero, que comparte una experiencia vital con millones de personas que se sacan la mugre para salir adelante. Experiencia vital que Keiko y su entorno no comparten para nada.

Tercero, la falta de credibilidad de una Fujimori que a lo largo de los años ha traicionado a su madre y su padre, a la vieja guardia fujimorista, a su hermano y a sus reiteradas ofertas democráticas. Sus amistes mediáticos y promesas de buen comportamiento son percibidos como montajes para sorprender a incautos.

No veo como en las dos semanas que faltan Fujimori pueda reconstruir su imagen como alguien que pueda traer cambios para mejor, con quien la gente pueda identificarse, a quien se le pueda creer. Sin embargo, en la política peruana todo puede suceder, y por eso -aunque ya se esté cerca de la meta- no se puede parar de correr hasta cruzarla y estar seguro de haber ganado la carrera. El autoritarismo desconcertado siempre es un peligro.

En el debate presidencial del próximo domingo, Castillo puede rematar una campaña exitosa demostrando que tiene claro lo que va a hacer en el gobierno y cuenta con el equipo para hacerlo. Deberá también afirmar sus compromisos democráticos frente a una derecha claramente golpista, cuya más visible manifestación hoy es la moción de la bancada de AP para tumbarse al presidente de JNE a solo dos semanas de la elección, con la intención de frustrarla.

Quien hoy día realmente pone en peligro la democracia peruana no es Castillo. Es la derecha política y empresarial, aterrada por el previsible desenlace electoral.

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