Reescribir el Perú

Eloy Jáuregui

Odi Gonzales me envía el libro póstumo del poeta Pablo Guevara (Lima, 1930-2006): Qosqo Raymi. El Libro de las instrucciones. Constructo poético, descomunal y brillante que Gonzales trabajó por más de una década –tengo que decirlo, desde su residencia en Nueva York– y que recoge con estruendos y fragores un caudaloso poema (ríos y torrentes) de nuestro pasado y geografía, silencios y arte pictórico, utopías y sueños, acaso Guamán Poma, Churata, Arguedas, juntos en esta sinfonía que estremece.

Es poesía majestuosa en tiempos de la peste. Que con tristeza digo, muchos peruanos no leen. Ni este ni otro libro, y que produjo que este último domingo asistiéramos al interés embobado por confirmar que el muerto era Abimael, que a dónde diablos iban a desperdigar sus despojos, y finalmente quién carajo era el tal Abimael que los peruanos no conocían. ¿Y de Qosqo Raymi? Nada. Que eso no vende.

Y a Guzmán se le ocurrió morirse horas después que el juez Concepción Carhuancho dictó una orden de 18 meses de impedimento de salida del país contra los empresarios del Club de la Construcción: José Graña Miró Quesada, Hernán Graña Acuña, Fernando Camet y José Castillo Dibós. Metidos hasta su forros en el caso Lava Jato. Y la concentración de medio no dijo ni pío. Como tampoco se ocupó de la condena de siete facinerosos que durante el gobierno de Fujimori y Montesinos le robaron al Perú por la compra ilícita de 18 aviones MIG-29 y 18 aviones Sukhoi.

No, estos delincuentes no son noticia, son blancos y son poderosos. Noticia es el mote de Pedro Castillo o el quechua del ministro Bellido o el pollo a la brasa de Vladimir Cerrón. Entonces cuando periodistas perspicaces y valientes (Jara, Gorriti, Hildebrandt, Páez, etc.) nos recuerdan que con la captura de Abimael se ensalzó a Fujimori y Montesinos, se construyó otra tragedia, el vivir sintiendo esa terrible verdad. Que los peruanos no aprendimos nada de aquella guerra sucia. Y mucho menos, nos empecinamos en olvidar el horror que nos dejó los 70 mil muertos.

Desde hace unas noches no duermo porque el libro de Pablo Guevara me mantiene en guardia. Acaso como el Cementerio general de Tulio Mora. Ahí esta la auténtica reescritura del Perú como una eufonía de este país ignorado y desconocido. El más bello, el más brutal. El Perú como testimonio de su resistencia indígena y mestiza contra la deshumanización de los opulentos. El Perú como una navaja de los dos lados que todos tenemos, el llanto y el contento.

https://larepublica.pe/opinion/2021/09/14/reescribir-el-peru-por-eloy-jauregui/

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