Perú: HASTA LUEGO

Hugo Ñopo

Recuento, reflexión y agradecimiento

Dentro de pocas semanas cerraré una etapa en la que decidí volver a vivir a Lima. Han pasado seis años y volveré a Washington, a continuar con mi trabajo en organismos multilaterales, tal como lo hacía antes de venir. Esto tiene varias implicancias. Una de ellas, que lamento mucho, es tener que poner en pausa estas opiniones semanales en Jugo de Caigua. Extrañaré mucho la posibilidad de compartir ideas junto al grupo extraordinario de “jugueros” que me acompaña en esta plataforma.

Antes de escribir este artículo decidí seguir un pequeño ritual de despedida y revisé los casi setenta que he compartido con ustedes desde octubre de 2020. En ellos he opinado sobre la educación, la equidad de género, el trabajo, la desigualdad, las informalidades –así, en plural–, la protección social, la desigualdad, las dinámicas de los hogares, nuestros sesgos inconscientes y varios otros asuntos que conciernen a las políticas públicas. De vez en cuando pude insertar algunos otros asuntos que me apasionan, como las matemáticas y la música, aunque me hubiera gustado hacer más de esto último.

En esta columna de los miércoles he intentado compartir conceptos y evidencias que puedan resultar útiles para encontrar mejores caminos para resolver nuestros problemas. Puesto que las evidencias son siempre particulares, es iluso pensar que puedan llevarnos a verdades absolutas. Las certezas a las que podemos llegar son casi siempre parciales o condicionales. Las pocas verdades absolutas con que contamos tienen poco sentido práctico nuevo, pues su uso ya está incorporado en nuestras vidas: uno más uno es dos, el día tiene veinticuatro horas, los seres humanos podemos amar. Así de precaria es la condición humana: nuestra aproximación a las verdades relevantes es limitada.

Muchas veces, aquello que creemos saber no se condice con la realidad. A menudo nuestra percepción de la realidad es engañosa, nos basamos en supuestos no corroborados, o nuestras deducciones lógicas tienen errores de los que no nos percatamos. Por eso necesitamos dudar continuamente y recurrir al auxilio de otros. Quienes mejor pueden guiarnos en los caminos de búsqueda de verdades son los expertos. Las comunidades de especialistas cuentan con procedimientos para mostrar la verdad o falsedad de las afirmaciones.

Algo que le añade complejidad a este tema es que hay afirmaciones que no son absolutamente verdaderas ni absolutamente falsas. Tienen grados de verdad. Para ellas, que son la gran mayoría de afirmaciones relevantes del mundo real, es mejor no aplicar la lógica binaria sí/no en la que hemos sido entrenados, sino más bien una lógica difusa, como la que se usa para los computadores en la inteligencia artificial.

Pero la complejidad es mayor: existen afirmaciones indecidibles. Es decir, hay afirmaciones que la ciencia no puede saber si son verdaderas, falsas, o en qué condiciones son una o la otra. Y hay más aún. Quienes creen que resolver esto es solo cuestión de tiempo y que la ciencia en algún momento podrá decidir todos los valores de verdad del sistema lógico están en un error. Kurt Gödel demostró en 1931 que esa aspiración de la ciencia es inalcanzable. Nuestro sistema lógico es incompleto: no somos capaces de llegar a las verdades últimas y en el océano de las verdades hay archipiélagos a los que no sabremos llegar jamás. Aquí es donde, humildemente, le doy bienvenida a la fe. Creo en una energía superior a la humana que completa nuestro sistema de creencias y verdades, dándole sentido a todo.[1]

Mas allá de contarles por qué abrazo una fe, les cuento esto para también poner en claro cuán compleja es la tarea de la búsqueda de la verdad. Agreguen a esto las circunstancias actuales en las que la información fluye velozmente y en inmensas cantidades –aunque dosificadas en paquetitos como los tuits–. Basarnos en conocimiento verdadero es ahora más fácil y difícil a la vez. La información es más accesible para un conjunto cada vez más amplio de personas, pero ello trae conocimiento verdadero y falso en múltiples grados.

Por eso creo que las tareas de difusión, discusión y reflexión acerca del conocimiento son tan necesarias en nuestros días. Como les comentaba, es con esta convicción que me he dedicado a compartir evidencias que nos ayuden a comprender algunos de nuestros problemas. Intenté hacer esto primero desde mis redes sociales, luego escribiendo artículos en diarios y revistas, publicando libros, dando charlas y conversando con periodistas. Agradezco mucho haber conocido tantas personas maravillosas en ese trajín.

Por una cuestión de formación, la mayoría de las evidencias a las que tengo acceso son numéricas y surgen como resultado de procedimientos estadísticos. Eso es lo que he compartido, teniendo clara conciencia de un riesgo, pues nuestra sociedad ha tomado al dato como fetiche: cada vez que se nos ha tratado de imponer una pseudoverdad, hemos escuchado esa manida frase de que “los números no mienten”. Tengamos claro que quien dice eso muy probablemente está mintiendo. Las verdades no están en los números per se: deben ser construidas con demostraciones verificables. Por eso es muy importante dudar con frecuencia, repreguntándose las cosas.

Hace cerca de dos años me encontraba en ese camino, cuando recibí la propuesta de unirme a Jugo de Caigua, esta cooperativa de escritores y divulgadores. ¡Dichoso el día en que se les ocurrió invitarme! He aprendido mucho de cada uno de ellos y he disfrutado enormemente el proceso de ir conociéndolos en esta nueva realidad hibrida, combinando saludos en pantallas con cálidos abrazos reales.

Me llevo una buena docena de amistades entrañables. Confío en que la vida nos regalará nuevas formas de colaborar y emocionarnos.

Por ahora me toca poner pausa dándoles un agradecimiento gigantesco.

[1] Este párrafo es un a homenaje Ramon Garcia-Cobián y sus clases de lógica matemática.

https://jugodecaigua.pe/hasta-luego-hugo-nopo-ultima-columna/

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