Perú: Candados

Daniel Espinosa

Esa furiosa defensora de sus propios intereses que es Patricia Chirinos, dignísima representante de un Congreso detestado por casi 9 de cada 10 peruanos, señaló hace unos días que no se puede llamar a nuevas elecciones sin antes poner “candados” en las instituciones electorales. Casi no necesita traducción: no habrá elecciones hasta que las mafias que dominan el Perú se aseguren de instalar instituciones electorales que se dobleguen ante su presión o sus coimas, acusando fraudes inexistentes y poniendo en el poder a la familia Fujimori o algo parecido.

La claridad y el descaro con los que Chirinos expuso los deseos de la corrupción política dominante también nos habla de qué tan alejados de la realidad se encuentran estos poderes. A nadie le resulta tolerable verse a sí mismo como vil, como despreciable, como enemigo del país al que, mal que bien o con los dedos cruzados, juró servir. De la mano del autobombo y el mutuo espaldarazo, los miembros de las repudiadas mafias congresales se engañan unos a otros diciéndose que no podrían ser otra cosa que probos y sacrificados servidores de la ciudadanía peruana.

Otro tanto sucede con la prensa corporativa. En la burbuja en la que viven sus representantes, sus opinantes, sus famosos presentadores de noticias, sus editores y directores, la patética presidencia de Pedro Castillo fue radicalmente distinta a todo lo que tuvimos a lo largo de la historia del país. Antes no existía esta mezcla de corrupción e ineptitud, sueñan. Por eso es que “La República” publicó, justo antes del golpe de Castillo, en su primera plana: “Renuncie señor Castillo”. En su mundo, eso es periodismo. En su burbuja, la situación del Perú con Castillo era tan particular, tan sui generis, que parecía justo dedicarle tal primera plana, ¡pero jamás se les habría pasado por la cabeza dedicarle tal mensaje a Alan García!

Y hablando de ineptitud y corrupción, recordémosle al Perú atorado en el siglo XX –a todos esos señorones que se rehúsan a retirarse y darles espacio a las nuevas generaciones– que la ineptitud y la corrupción han sido la identidad y la naturaleza de las élites peruanas desde que tenemos memoria. Así que no se apuren tanto en denostar de un campesino sin brújula, sesos ni moral, pues él tiene mucho de su propia hechura.

“El Comercio” celebra mientras varios sectores del país arden y otros empiezan a levantarse. El recién estrenado “gabinete tecnocrático” ante el cual aplauden les permite soñar con continuismo y statu quo. Con su tradicional miopía, la élite considera viable detener el tiempo y volver a montarse en el caballo muerto del capitalismo neoliberal para recorrer otro lustro o incluso otra década. Es imposible.

Si lo logra será a balazos, con escolta policial y unas Fuerzas Armadas operando al estilo brasileño, con generales saliendo en televisión para amenazar a todo poder no alineado y una prensa corporativa apañándolos. Los dueños del Perú tuvieron varios lustros para operar, ellos mismos, un cambio conveniente para su dominio tradicional, pero su incapacidad intelectual y su soberbia no lo permitieron. Su debilidad de casta separada, minoritaria y racista, los obligó a subordinarse con fidelidad canina –estilo PPK– al orden neoliberal del Consenso de Washington. Ahora se hunden con él. No hay vuelta al pasado.

Seamos claros: Pedro Castillo es lo peor que pudo haberle pasado a la izquierda peruana. La violencia irracional que hoy vemos en las calles, sobre todo cuando se ensaña en gente común y corriente, en sus negocios y vehículos, tampoco es conducente al cambio. Cuando la gente demandaba vuelta de página y nuestros vecinos eligieron a Lula da Silva, a Gustavo Petro y a Gabriel Boric, en el Perú votamos a un oportunista sin bandera ideológica ni capacidad, a otro advenedizo no muy distinto de la lacra congresal que hoy alucina con gobernarnos hasta 2024 (otro imposible).

Pero recordemos que el Perú eligió a Castillo para evitar aquello que los amos del Perú, en su soberbia, querían endilgarnos a punta de titulares truchos y terruqueo: a otro Fujimori.

Según sabemos, el Congreso no contaba con los votos necesarios para vacar al entonces presidente. Según se rumorea, al chotano, los servicios de inteligencia ultraconservadores y algunos infiltrados en su propio círculo le tendieron una trampa con el objetivo manifiesto de que rompiera el orden constitucional. (Esto no lo justifica ni disculpa) Y así sería vacado o depuesto con argumentos incontestables. Si hay verdad detrás de estos rumores –que ciertos agentes al servicio del poder le tendieron una trampa a un presidente democráticamente elegido con el fin de que rompa el orden constitucional–, los responsables deberían ser procesados por traición a la patria.

Sin embargo, asumir que la tembladera de Castillo al momento de dar su tragicómico discurso del miércoles 7 de diciembre se debió a que fue “drogado”, es desconocer o negar su patente debilidad de carácter, su medular ineptitud y su apocamiento.

¿Fin del Perú “neoliberal”?

El Perú neoliberal es, en primer lugar, el Perú subordinado, carente de soberanía. El país de siempre, sí, pero bajo un régimen radical de concentración del poder y la riqueza apuntalado por un sofisticado sistema internacional de propaganda. Es el Perú donde no existe la representación política para el hombre de a pie –donde los banqueros compran a los candidatos presidenciales y a la prensa hegemónica con maletas llenas de billete–; es el país donde el pobre “es pobre porque quiere” y sálvese quien pueda.

El Perú neoliberal es este país en el que no se pueden pasar leyes destinadas a mejorar la salud de la población porque eso significaría que algún multimillonario ganaría unos dólares menos. El Perú neoliberal es este país en el que la enfermedad mental del individualismo thatcheriano –que postula que no existe la sociedad, sino solo individuos– reina sobre las mentes. El Perú neoliberal también es el país sin bibliotecas ni cinematecas –que no las tiene y no las desea–; el país idiotizado que todos los días sintoniza la peor de las televisiones, que se envilece admirando el éxito conseguido a cualquier costo, endiosando al sociópata de traje y corbata y admirando a “periodistas” que exigen que se balee a los manifestantes (y no pasa nada).

Finalmente, el Perú neoliberal también es el Perú en el que la izquierda es financiada por USAID, la NED y el criminal internacional George Soros.

BAÑO DE SANGRE

La rabia conservadora enquistada en todos los poderes locales demanda un baño de sangre en las calles de Lima y provincias. Ellos son los candados instalados para que nada cambie nunca. Quieren a las FF.AA. baleando a peruanos que ya definieron como terrucos y criminales. Todos y sin excepción han sido deslegitimados y deshumanizados con ese conveniente mote. El problema es que estas fuerzas, estos intereses dirigidos por hombres del siglo XX –que nada entienden del siglo corriente–, no se dan cuenta de que esta es una guerra que ya no pueden ganar.

Ahora, el Perú percibe claramente todos estos candados. Percibe que no hay cambio posible a través del voto y otros mecanismos democráticos. Todo lo que no sea del agrado del poder será destruido. Estos candados son la prensa conservadora de “El Comercio” y RPP, un Congreso comprado por las grandes corporaciones e intereses ilegales ligados al narcotráfico y unas FF.AA. ultraconservadoras y sus servicios de inteligencia, listos para el psicosocial y la infiltración cada vez que el tambaleante y caduco sistema lo exija.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 616 año 13, del 16/12/2022, p13

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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