Perú: Blanqueadores del fujimorismo

Juan Manuel Robles

Joaquín Ramírez vuelve a los titulares y yo siento un desprecio profundo por todos aquellos que blanquearon al fujimorismo y a su cabecilla, Keiko Fujimori. Sí, todos ustedes, señoritos infames que pasaron del rechazo al partido naranja —solo unos años atrás— a colocar letreros de “Qué me queda” en sus redes sociales. Maldigo a todos los que se movieron de la tolerancia a la aceptación, y de la aceptación a la convivencia, y le dijeron al país que el fujimorismo ya no era lo del padre, nada que ver, que era un grupo con ganas de renovarse y reivindicarse con la historia. El proceso tomó varios años pero se agudizó en el 2021, en la segunda vuelta de las elecciones generales. Para entonces, ya los veía compartiendo noticias buena onda sobre el TikTok de Keiko, como si se tratara de una influencer y no de alguien que acababa de estar en la cárcel. Blanqueo express —mismo Ariel—, y ustedes contribuyeron. ¿Todo por qué? Por su estúpido miedo al comunismo.

Ese miedo al “comunismo” nos pudo llevar a un narcoestado. Espero que con las noticias de esta semana lo hayan recordado. Lo de ahora no es más que el resultado judicial de algo que salió a la luz hace siete años (y que estaba claro desde mucho antes para quienes leemos medios independientes). En abril de 2016, se supo por un informante que la DEA investigaba por lavado de activos a Joaquín Ramírez, que en ese momento era nada menos que secretario general de Fuerza Popular y congresista del partido. También, amigo personal de Keiko. No digan que no se acuerdan, no digan que se olvidaron de las sonrisas en las fotos. Fue un hecho que tuvo relevancia en una prensa que todavía no estaba censurada por la paranoia macartista (como ahora) y difundió la noticia. Fuerza Popular vinculada al lavado de activos del narcotráfico. ¿Quién lo hubiera imaginado?

Yo quiero saber cómo se pasa del asco sentido al confirmar el ADN de la organización de los bloques de billetes de Montesinos —dinero negrísimo que brillaba en los videos— a desear que Keiko sea presidenta y sostener sus banderitas. ¿Solo porque el rival tenía un sombrero? ¿Solo porque era admirador de Evo Morales?

Hay que entender algo: el fujimorismo no es un partido más que “cae” en actos de corrupción. Es la corrupción. Su fundador criminal y preso —aunque ahora hasta el LUM cuida las palabras al hablar del señor— moldeó con sus actos un tipo de país en que los fines justifican los medios, en que el dinero llega en maletines caletas, en que no está mal visto que un congresista sea un aceitador de intereses empresariales. Es el país donde todo tiene un precio, donde la constitución es un juguete que se amolda a los intereses coyunturales. A diferencia de otros partidos corruptos, el fujimorismo valida ese estado de cosas, y no tiene límites: su ideología es, justamente, la hipérbole de todo eso, su delirio se plasma en leyes nuevas para facilitar (o bajarse a las Sunedu que husmean demasiado).

El caso de Joaquín Ramírez confirma que Fuerza Popular se erige sobre la base de los métodos que la autocracia de Fujimori instauró. Ramírez, según la acusación, usó como lavandería una universidad de esas que se crearon en los noventa gracias a la “liberalización” promovida por el fujimorismo original. La libre competencia generará mejor educación, decían los eslóganes pomposos mientras, en realidad, se creaban sofisticadas máquinas de hacer dinero (en el mejor de los casos) y/o de lavarlo (en los peores escenarios). Fujimori, exrector de una institución respetable, terminó siendo el artífice del entramado ideal para los caciques universitarios. Así como los caciques del transporte público, su poder económico terminó blindándolos, los volvió irregulables. Y siempre dispuestos a devolver el favor político a cambio de nuevos beneficios.

Algo así no puede ser un mal menor. Es un cáncer voluntariamente inoculado.

Eso fue lo que ustedes blanquearon, porque les dio miedito. Me gusta que el verbo blanquear nos remita a esa operación fantástica a la que recurren los narcos. Así como —si la investigación fiscal es cierta— Ramírez blanqueó el dinero que financió a Fuerza Popular, haciendo pasar sus operaciones oscuras como transacciones rutinarias de una venerable institución educativa, ustedes blanquearon a Keiko, dejaron de mencionar el pasado corrupto de su padre, la pusieron como opción de un país viable, el rostro de la tranquilidad bursátil, la madre y buena mujer que le convenía al Perú.

Hoy que veo todos los bienes incautados a Ramírez y a la universidad Alas Peruanas, hoy que observo que hasta decomisaron avionetas —seguramente para usos únicamente recreativos— he querido recordarles su frivolidad. Y pensar que por no apoyar a esta gavilla, por no contribuir con nuestro granito de detergente a esta gente, nos llamaron cojudignos. Recapaciten, en serio.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 631 año 13, del 14/04/2023, p12

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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