Perú: El triste fin de Dina
Juan Manuel Robles
A todo líder le llega la hora de preparar un bien diseñado plan de escape. Sea por victimario o por víctima, sea huyendo como rata de la justicia noble o, por el contrario, evadiendo dignamente a jueces abusivos. El plan de escape solía ser parte del kit de un presidente latinoamericano. Salvador Allende tenía su escape listo y todo funcionó según el protocolo cuando el golpe de Pinochet, pero como él era Allende hizo la de Obi Wan Kenobi (antes de Star Wars) y decidió resistir los embates y morir para hacerse más poderoso que nunca. Tenía plan de escape listo Alberto Fujimori, que demostró que cuando no se tiene honor la huida es más fácil: la fórmula sencilla de irse a una cumbre y no volver, renunciando por fax y dejando a toda tu gente tirando cintura. Eliane Karp activó su plan de escape y zafó para Israel ni bien la extradición a Toledo se hizo inminente. Alan García, una de las mayores mentes criminales de la política mundial, pensaba el escape con un mapamundi en la cabeza (el mismo mapamundi de los paraísos fiscales de su juventud). Cuando la justicia empezaba a cercarlo, se fue a la embajada de Uruguay pensando en un asilo que le rechazaron. Luego eligió un escape mucho más directo.
Esta semana quedó claro que Dina Boluarte, la sucesora constitucional del Perú, tendrá que ir haciendo el boceto de su plan de escape, si es que no lo ha hecho aún. Aparentemente todo va bien. El pueblo fue contenido a balazos y a punta de detenciones arbitrarias masivas. Cuando las fuerzas del orden asesinan a menores de edad por la espalda es justamente para desmoralizar y asustar, y eso se ha conseguido con creces. Se reactivó el cuco terrorista y con él, las leyes draconianas que son también una forma eficiente de paralizar a los líderes sociales. Dina se impuso. Pero conforme pasan los meses empieza a mostrarse la condición de fusible de la señora; pasada la tormenta del cuco “castillista”, sus aliados empiezan a señalarla con menos amabilidad.
El fenómeno de El Niño es la circunstancia perfecta para empezar a abandonar a Dina a la buena de Dios sin necesidad de hacer eco del lloriqueo izquierdista (por las violaciones de derechos humanos). Es el momento de ejercer presión mediática, poner a andar la maquinaria, la capacidad instalada que ya demolió a Castillo. Los medios que contratan a terraplanistas de la historia y ultraderechistas sin escrúpulos, súbitamente han decidido hacer periodismo poniendo en la mira al gobierno de Boluarte.
¿Qué pasará, qué misterio habrá? ¿Cómo es que los medios hegemónicos, socios comerciales del nuevo orden, ahora se lanzan contra la sucesora? Por supuesto que no es porque “hay que fiscalizar a todos por igual”, como dirá algún busto parlante con voz solemne y cara de palo. De pronto se destapan las reuniones indecorosas de Otárola. Se guapea a la sucesora en plena ONU, ¡vuelve la reportera achorada e incisiva! No, esos cambios no suelen ser casuales.
Tal vez sea Keiko Fujimori, que ha decidido que ya estuvo bueno y es momento de hacer desgastar a Boluarte, recordar que la mujer era un brazo más de la plancha quemada de Cerrón. Una amiga de los comunistas. Keiko y su banda necesitan el camino allanado para las elecciones del 2026 (o de antes) y suena lógico que haya que empezar la demolición ya. De pronto, comienza a sembrarse la idea fuerza de que Dina es “inepta” y “débil”.
Tal vez esté ayudando también el Congreso, cuya única agenda es tomar absolutamente todo el poder, y demostrar que lo tienen. El primer impulso es patológico. Esta jauría de gente trastornada no va a soportar dos años sin sacar a otro presidente, o al menos sin ponerlo al límite. Así que empiezan a conspirar, todavía delicadamente, todavía aclarando que respetan a la “presidenta”. Pero…
Ahí están las Chirinos y los Muñantes, criticando a Dina por no luchar eficientemente contra la inseguridad ciudadana, mentando de taquito el plan Bukele y preparando el terreno para la salvadora autoritaria.
Sea como fuere, es una delicia ver lo sorprendida que está Dina con la súbita actitud de la prensa, su cara de “qué carajos”, la descolocación iracunda de una mujer que aceptó ser huachiwoman del statu quo, y cómo le pagan. Es un goce ver su gira arruinada. De todo lo que ha aprendido en estos nueve meses, nada la ha preparado para el momento en que se acabara la luna de miel.
Supongo que la megalomanía no la ha afectado tanto como para creer que terminará bien su mandato y que sus aliados defenderán su actuar implacable, su mano dura para restaurar el orden; que terminará no solo blindada por los dueños del Perú sino que hasta harán una estatua en su honor. Supongo que sabe que ni bien deje la banda —en 2026 o tal vez antes— empezará a actuar la justicia, llena de imágenes, narraciones y testigos, y desaparecerán los amigos y aparecerán los “sorprendidos” (“yo no sabía que ocurrieron cosas así de horribles”). Supongo que ya tiene su plan de escape. ¿Será por avión? ¿Será por tierra? ¿Será por alguna frontera? ¿Será por el altiplano gracias a alguno de sus viejos contactos de Perú Libre? ¿Será que le ha preguntado por el tema a su amiguis Lisa Kenna y la señora embajadora la dejó en visto?
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 654 año 14, del 22/09/2023, p12