Castilla, el constructor y el destructor de la Amazonía

Róger Rumrrill

En el presente y el futuro de la historia del Perú, el apellido Castilla nos hará recordar con respeto y admiración perenne al estadista que puso los cimientos del estado en la Amazonía y con la distancia que se merece el olvido a quién está haciendo todo lo posible por destruir a nuestro mayor banco genético, a nuestra última renta estratégica en el siglo XXI: la Amazonía.

El Gran Mariscal Ramón Castilla y Marquesado, de acuerdo al historiador de la República Jorge Basadre, fue el estadista que tuvo la visión de un Perú fluvial y, a fines del siglo XIX, puso las bases de un estado Estado nacional aún débil y casi ausente en la Amazonía en esa época con sus obras, gestiones e iniciativas consolidando nuestra soberanía en vísperas de la conmoción social, económica y geopolítica que provocó el ciclo cauchero.

Luis Miguel Castilla Rubio, el actual Ministro de Economía y Finanzas (MEF) del gobierno de Ollanta Humala Tasso, eficiente y oportuno operador del Banco Mundial, el FMI, el BID y de las multinacionales petroleras, gasíferas, auríferas y forestales, ha roto todos los candados para que el más obsceno extractivismo entre a saco partido a la Amazonía.

El último paquete de medidas para “destrabar” los proyectos extractivos de la Amazonía, su negativa a aportar recursos para remediar los devastadores impactos ambientales y en la salud de la población ocasionados por la explotación petrolera primero de la OXY y ahora de la PLUSPETROL en los ríos y poblaciones indígenas del Pastaza, Morona, Tigre y Corrientes, su feroz negativa a la aplicación de la Ley de Consulta y otras medidas y decisiones lo convierten en el mayor destructor de la Amazonía.

Para quienes podrían suponer que hay una postura irracional al calificar a Castilla como destructor de la Amazonía, les invito a mirar lo que el extractivismo hidrocarburífero, aurífero y gasífero han ocasionado en la Amazonía: lagos antes llenos de vida ahora muertos; bosques arrasados y suelos infértiles y ríos envenenados.

Imaginen, queridos lectores, la mortífera contaminación que han producido 1 millón 500 mil barrriles de aguas de formación, mortalmente tóxicas arrojadas a los ríos Pastaza, Tigre y Corrientes diariamente a lo largo de 4 décadas.

Pero Castilla y Humala, que se niegan a atender las demandas de los pueblos indígenas que se mueren de sed porque sus ríos están envenenados, están fabricando tempestades de cólera y de resistencia pacífica.

Esa resistencia ha empezado y seguirá creciendo. Porque la sed de justicia es más poderosa que la muerte que ahora amenaza a la Amazonía y a los pueblos indígenas.


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