El fútbol: Hermoso juego, sucio negocio

El fascinante talento de Lionel Messi y la muscular gracia de Cristiano Ronaldo son un deleite para la vista. Pero para genuinos internacionalistas como [The Economist], la verdadera belleza del juego reside en su amplio alcance, de norte a sur y de este a oeste. El fútbol, más que cualquier otro deporte, ha prosperado con la globalización. Aproximadamente la mitad de la humanidad estará pendiente de la Copa Mundial, que comienza en Brasil el 12 de junio. 

Por ello, es triste que el torneo comience bajo una sombra tan grande como el estadio Maracaná. Documentos obtenidos por el diario británico Sunday Times han revelado supuestos pagos secretos que habrían ayudado a Catar en obtener los derechos de organización de la Copa Mundial 2022. Si el certamen ha sido arreglado, no ha sido el único. Un informe de la FIFA, el organismo regulador del fútbol, aparentemente ha descubierto que varios partidos de exhibición fueron manipulados antes de la Copa Mundial 2010. Y como de costumbre, nadie ha sido castigado.

Esto sólo lleva a otras preguntas. ¿Por qué alguien pensaría que llevar a cabo la Copa Mundial en medio del verano árabe es una buena idea? ¿Por qué se encuentra el fútbol rezagado con respecto de otros deportes como el rugby, el cricket y el tenis en el uso de la tecnología para revisar las decisiones de los árbitros? ¿Y por qué el juego más importante del mundo está dirigido por un grupo de mediocres, en particular Sepp Blatter, jefe de la FIFA desde 1998? En cualquier otra organización, los interminables escándalos financieros habrían llevado a su destitución años atrás. Pero más allá de esto, se encuentra terriblemente desactualizado: desde sus comentarios sexistas sobre las mujeres, hasta su interrupción del minuto de silencio por Nelson Mandela después de tan sólo 11 segundos. A sus 78 años de edad, es el típico dinosaurio corporativo que dejó las salas de directorio en la década de 1970. Tampoco es exactamente alentador que los intentos por impedir un quinto término del Sr. Blatter estén siendo dirigidos por Michel Platini, el principal burócrata futbolero de Europa; alguna vez fue un centrocampista maravilloso, pero jugó un lamentable rol en el apoyo a la candidatura de Catar.

Nuestros sinvergüenzas mentirosos y corruptos son mejores que los tuyos 

Muchos aficionados al fútbol son indiferentes a todo esto. Lo que les importa es el deporte rey, no los vejestorios que lo dirigen. Y el comportamiento inmoral de la FIFA no es un caso único. Después de todo, el Comité Olímpico Internacional se enfrentó a un escándalo igual al de Catar durante la adjudicación de los Juegos Olímpicos de Invierno 2002 (aunque el certamen ha hecho un gran esfuerzo para reformarse desde entonces). El director de la Fórmula Uno, Bernie Ecclestone, ha sido acusado de soborno en Alemania, mientras que el baloncesto estadounidense ha tenido que despedir a uno de sus propietarios por comentarios racistas. El cricket, segundo deporte con amplio alcance global, ha tenido sus propios escándalos sobre manipulación de partidos. El fútbol americano podría derrumbarse bajo el peso de todas las demandas de indemnización por lesiones.

Pero los aficionados al fútbol se equivocan al pensar que no hay un costo. En primer lugar, la corrupción y la complacencia en la cúspide hacen que sea más difícil combatir las trampas en el campo. Cantidades de dinero cada vez mayores están siendo apostadas en cada juego, se estima llegarán a $1,000 millones por partido en la Copa Mundial. Debido a la presión externa por una reforma, la FIFA ha incorporado recientemente a algunas personas realmente capaces, incluyendo al respetado zar de la ética Mark Pieth. Pero, ¿quién va a escuchar discursos sobre reforma de una institución cuya cara pública es el Sr. Blatter?

En segundo lugar, una corrupción de esta magnitud siempre conlleva víctimas; y no termina cuando se elige un país anfitrión. Para los regímenes turbios (del tipo que soborna a los funcionarios de fútbol), un evento deportivo de gran magnitud es también una oportunidad para defraudar a las arcas fiscales; por ejemplo, mediante la concesión de contratos sobrevalorados a sus compinches. Torneos que deberían ser celebraciones nacionales corren el riesgo de convertirse en festivales de corrupción.

Finalmente, hay un gran costo de oportunidad. El fútbol no es tan global como se cree. El juego no ha logrado conquistar a los tres países más grandes del mundo: China, India y Estados Unidos. En Estados Unidos el “soccer”, como lo llaman, se juega pero no tiene audiencia. En China y la India, lo contrario es cierto. Los dos últimos no jugarán en Brasil (de hecho, han participado en la Copa Mundial una sola vez entre ambos).

En defensa de la FIFA, la reticencia de estos tres grandes países se debe en gran parte a sus respectivas historias y culturas, así como a la fuerza de los deportes existentes, en particular el cricket en la India. Y el fútbol está ganando terreno poco a poco: en Estados Unidos la primera generación de padres estadounidenses que han crecido siguiendo el juego están ahora transmitiendo esta costumbre a sus hijos. Pero eso sólo resalta la locura de la FIFA al otorgar la copa a Catar, no Estados Unidos. Y el aire viciado emanando de la sede de la FIFA en Suiza difícilmente tranquilizará a los jóvenes aficionados en China que están hartos de la corrupción y el arreglo de partidos en sus ligas domésticas.

Un mundo sin Sepp 

Sería bueno poder deshacerse del Sr. Blatter, pero esto no resolvería el problema estructural de la FIFA. Aunque se encuentra  legalmente constituida en Suiza como una organización sin fines de lucro, la FIFA no tiene dueño. Los que podrían exigirle rendición de cuentas, como las asociaciones nacionales o regionales de fútbol, dependen de su dinero. Las altas barreras de entrada hacen que sea poco probable que surja un rival, por lo que la FIFA tiene un monopolio natural sobre el fútbol internacional. Una entidad como ésta debería ser regulada, pero la FIFA no responde ante ningún gobierno.

De todos modos, se podría hacer más. Los suizos deberían exigir una limpieza o retirar el estatus fiscal favorable de la FIFA. Los patrocinadores también deberían opinar sobre la corrupción y la necesidad de adoptar nuevas tecnologías: una revisión inmediata en vídeo de todo penal y gol otorgado sería un buen comienzo.

La pieza más complicada del rompecabezas es el proceso de selección de sedes. Una opción podría ser adjudicarle la Copa Mundial a un solo país y dejarla allí; pero el equipo anfitrión tendría una gran ventaja, y los torneos se benefician con el desplazamiento entre diferentes zonas horarias. Una opción económicamente racional sería otorgar al ganador de este año, y a cada campeón consecutivo, la opción de organizar el torneo en ocho años o subastar ese derecho al mejor postor. Eso favorecería a las potencias del fútbol. Pero como la mayoría de ellos ya tienen los estadios, habría menos desperdicio de recursos – e incluso proporcionaría un mayor incentivo para ganar.

Lamentablemente, los aficionados al fútbol son nacionalistas románticos, no economistas lógicos – así que nuestra propuesta tiene menos probabilidades de ganar que el equipo de Inglaterra. Un pequeño paso hacia la cordura sería formalizar la rotación del torneo, de tal forma que se mueva, por ejemplo, de Europa a África a Asia a las Américas, lo que al menos detendría la corrupción intercontinental. Pero muy poco de esto sucederá sin un cambio en la cúspide de Zurich.

http://centrumaldia.com/main.php?K=25&id=343#.U5242SiNZTs 

En ingles: http://www.economist.com/news/leaders/21603433-football-great-sport-it-could-be-so-much-better-if-it-were-run-honestly-beautiful-game

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