Muros y abismos que separan al Perú

Carlos Monge

Para cuando se publique este artículo, habrá culminado ya la Asamblea Anual del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que se ha llevado a cabo en Lima la semana pasada, entre el 5 y el 11 de octubre de 2015.

Planeada desde hace mucho tiempo (organizar eventos de esta magnitud puede tomar entre 18 y 24 meses), seguramente el BM, el FMI y el gobierno del Perú imaginaron que esta sería la oportunidad para celebrar el “milagro peruano”: altas tasas de crecimiento de la economía con importante caída en la pobreza y conversión del Perú en “país de ingresos medios”.

Solo que el Perú de hoy no es el Perú de hace dos años: se enfrió la China, se cayeron la demanda y los precios de los minerales, se cayó el crecimiento económico, hay el riesgo de una reversión de la caída de la pobreza.

Sintomática de esta situación ha sido la pelea entre el FMI y el Ministro de Economía y Finanzas Alonso Segura en torno a los estimados de crecimiento económico peruano para el 2015. Así, mientras el FMI ha recortado sus proyecciones a 2.4%, el ministro Segura respondió que esas proyecciones son muy pesimistas y que el Perú terminará creciendo al menos en 3%. Y fue un debate mediante declaraciones públicas y titulares en los medios. Inusual situación la verdad. Parecían el dueño de casa y su invitado principal peleándose a gritos en medio de la fiesta.

Pero mientras se daban los últimos toques al encuentro BM/FMI, en las alturas de Cotabambas, Apurímac, miles de personas se enfrentaban a la policía en el marco de una protesta contra la decisión del Ministerio de Energía y Minas de aprobar una importante modificación del Estudio de Impacto Ambiental del proyecto minero Las Bambas. Para variar, la policía puso las balas y la población local los muertos y los heridos y solo después de este ritual de muerte, con Estado de Emergencia incluido, el gobierno entendió que había problemas que atender y se dispuso a dialogar con las autoridades locales y los representantes comunales. Pudo haber dialogado desde inicios de año cuando autoridades y líderes sociales locales comenzaron a pedir ser atendidos y evitar llegar a esta situación, pero mientras el BM y FMI hablan de los pobres, en el Perú real a los pobres solo se les escucha después de alguna protesta y algunas muertes.

Sucede que ese muro que separa la Pamplona de los pobres del Surco de los acomodados separa físicamente dos mundos en el espacio urbano, pero es expresión de abismos profundos que recorren todo el territorio nacional. Si las multilaterales nos recetan insistir en políticas que han creado y profundizan estos abismos, nos toca a los peruanos y peruanas de a pie inventar otras respuestas.

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