La economía criminal global

Nelson Manrique

La crisis desatada por la puesta en evidencia de la profunda corrupción en el sistema de justicia peruano ha llevado a concentrar los reflectores en la burocracia estatal (jueces, fiscales, procuradores) y en la élite política del país. Pero detrás hay otros protagonistas, especialmente empresarios, sobre los cuales poco se habla y que esperan salir impunes de este trance gracias a su poder económico, social y político.

En su monumental obra La era de la información. Economía, sociedad y cultura, el sociólogo Manuel Castells ha dedicado un profundo capítulo a lo que denomina “la conexión perversa. La economía criminal global”. Su conocimiento brinda una entrada privilegiada para examinar otra dimensión de una crisis que, no hay que olvidarlo nunca, aqueja no solo al Perú sino a buena parte de los estados-nación del mundo.

El crimen ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia. También es un fenómeno relativamente antiguo que los criminales se organicen en redes sociales. Diversos estudios han incidido sobre la base étnica y, en lo posible, territorial, de la identidad que cohesiona a grupos criminales tan diversos como la cosa nostra siciliana, la camorra napolitana, las mafias norteamericanas, la yakuza japonesa, las triadas chinas, las maras centroamericanas o los cárteles de la droga colombianos y mexicanos. Lo que es completamente nuevo y ha dado una nueva y grave dimensión al problema es la conexión entre las diversas redes criminales en una escala global gracias al soporte de la sociedad en red.

Es un fenómeno conocido que las redes de todo tipo al ser puestas en contacto tienden naturalmente a interconectarse. Quizás la ilustración más dramática de este fenómeno sea la interconexión de redes neuronales vivas, orgánicas, con dispositivos cibernéticos, redes microelectrónicas con soporte en silicio, inorgánicas. Este principio está en la base de apasionantes investigaciones en torno a la construcción de interfaces mente-microprocesadores para manejar las computadoras y diversos dispositivos informáticos con la mente.

Las redes criminales de carácter local y nacional existentes desde antes de la tercera revolución industrial encontraron una gran oportunidad para expandirse y ponerse en comunicación gracias al desarrollo de las redes informáticas de alcance planetario. Para Castells, aunque el delito es tan antiguo como la humanidad, la aparición del delito global, “la interconexión de poderosas organizaciones criminales y sus asociados en actividades conjuntas por todo el planeta es un nuevo fenómeno que afecta profundamente a la economía, la política y la seguridad nacional e internacionales, y, en definitiva, a la sociedad general” (Castells, La era de la información, vol. 3, 1998, p. 193).

Castells sostiene que la economía y la política de muchos países, entre los cuales el Perú ocupa un lugar destacado, “no pueden comprenderse sin considerar la dinámica de las redes criminales presentes en su funcionamiento diario” (ídem, p. 194).

Las redes delincuenciales del Perú se insertan en la economía-red criminal global principalmente a través del narcotráfico. Nuestra condición de primer productor de cocaína del mundo convierte a nuestra economía en un nodo principalísimo de las redes del narcotráfico y estas tienden a expandirse en todas las direcciones corrompiéndolo todo. En la economía montando redes muy sofisticadas de blanqueo de dinero y actividades tan diversas como la industria de la construcción, jugadas especulativas de capitales de riesgo que desestabilizan la economía, creación de universidades truchas y cooperativas de ahorro. En política la colocación de narcotraficantes como parlamentarios y la compra de otros congresistas, y en general la corrupción de políticos y funcionarios.

El inicio del escándalo Lavajuez fue una investigación a la red criminal del narcotraficante Gerson Gálvez Calle “Caracol”, que permitió sacar a la luz la mafia de jueces especializados en limpiar los expedientes de los narcotraficantes y en ponerlos en libertad. Y la investigación de esta red está sacando a la luz la articulación en red de muchas otras actividades y protagonistas.

Las redes son extremadamente flexibles y eso les permite migrar con facilidad de un país a otro y entre actividades. Un ejemplo paradigmático es el negocio de armas de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos (principalmente ligados al narcotráfico) cuando montaron una compleja operación para comprar 50,000 fusiles Kalashnikov en Jordania para vendérselas a las FARC, negociado muy bien explicado por el ex presidente de Colombia Andrés Pastrana (https://bit.ly/2x5G2uu). El currículum de nuestro inenarrable fiscal de la nación, Pedro Gonzalo Chávarry, ostenta destacadamente haber sido defensor del traficante de armas James Stone.

Por supuesto el escándalo Lava Jato es también de alcance transnacional; el intento brasileño de construir una hegemonía económica regional a través de la industria de construcción por medios legales extralegales, articulándose con las redes locales de corrupción.

https://larepublica.pe/politica/1315733-economia-criminal-global

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