Confiep: insensibilidad y codicia empresarial

Jorge Manco Zaconetti

Ante la grave crisis y larga recesión que se nos viene, con una caída del PBI superior al 15 % para el presente año, y más de mil muertos por efec­to del “corona virus”, con un aproximado de un millón de trabajadores afectados en el empleo, no resultan sorpren­dentes las declaraciones de los más altos representantes del empresariado criollo de nuestro país. ¡No han apren­dido nada, y la codicia los embarga!

La gran mayoría de los grandes empresarios son sim­patizantes y financistas del gobierno del ex presidente Alberto Fujimori (1990/2000), el responsable del régimen más corrupto de la historia económica del Perú, que ya es bastante decir, frente a los gobiernos de la talla de Alan García, Manuel A. Odría, y Augusto B. Leguía, solamen­te por mencionar a los go­bernantes del siglo pasado, e inicios del presente.

Así, la Sra. León presiden­ta de la Confiep, asociación representante de los gremios empresariales del sector pri­vado, la misma que afirma­ba en el sentido que el “Perú no es Suiza”, para presionar y justificar el reinicio de las actividades económicas, es­pecialmente de las empresas mineras, pesqueras, e indus­triales, cuando todavía no se ha alcanzado el pico más alto del contagio.

Sí, es verdad, el “Perú no es Suiza”, donde en los cantones o provincias de lengua alemana, francesa, o italiana que con­forman el país helvético, sería inconcebible que los bancos sui­zos receptores de las fortunas muchas veces mal habidas, co­bren altas tasas de interés acti­vas, es decir, realicen préstamos usureros.

En nuestro país, gracias a la concentración bancaria, abusos al consumidor y des regulación del sector financiero se pueden cobrar tasas de interés activa del 20 %, 40 % o más, en présta­mos de consumo, teniendo una de las tasas de inflación más ba­jas del mundo.

UN CONTEXTO DIFERENTE

El Ing. Minero Roque Bena­vides, ex presidente de Confiep, ante el debate abierto por la ur­gencia de una norma que grave a las grandes fortunas, reprodu­ce lo que sostuviera Víctor Raúl Haya de la Torre en su discurso de la plaza San Martín en el cie­rre de campaña del 1945, “No hay que quitar la riqueza al que la tiene sino crearla para el que no la tiene”, retrocediendo en las tesis revolucionarias del Apra, por las cuales cientos de peruanos apristas se inmola­ron.

A diferencia de los años de postguerra, donde los Estados Unidos de Norteamérica y Ar­gentina emergieron después del conflicto como la primera y la segunda potencias econó­micas, el Perú no pudo vender ni aprovechar la riqueza mine­ra ni petrolera por los precios controlados que impuso el Tío Sam al gobierno de Manuel Pra­do Ugarteche, como el precio de nuestra contribución en la lucha por la democracia.

Mientras el país gaucho ven­día carne y trigo a las potencias beligerantes tanto a Inglaterra o Alemania a cambio del oro con­tante y sonante, nuestro país producía minerales y petróleo para la economía a “precios re­gulados”

Mientras USA terminó cons­tituyéndose en la potencia hegemónica al término de la II Guerra Mundial, Argentina empezó un largo declive, lleva­do por el rentismo de sus clases dominantes y la corrupción de los respectivos gobiernos.

IMPUESTO A LA RIQUEZA

En el actual contexto del Perú, donde estamos al borde de una catástrofe económico y social producto de los efectos del “corona virus” que ha pues­to al desnudo con toda crude­za las supuestas fortalezas del “modelo económico”, se impo­ne un impuesto a la riqueza pa­trimonial.

Ante un previsto desborde popular sobre todo en las pro­vincias, en especial en el 70 % de la población que se repro­duce bajo las condiciones de subempleo e informalidad, y ante la incapacidad del Estado central, regional y local de qué sirve ufanarse de ser una poten­cia minera.

Si bien, nuestro país ocupa un lugar de liderazgo en la pro­ducción mundial de cobre, pla­ta, oro, zinc, y plomo, donde se han enriquecido notablemente los grupos y grandes empresas mineras, con una baja o misé­rrima participación tributaria, que hoy se expresa en el aban­dono de treinta años de abando­no de la salud pública.

Las grandes empresas y for­tunas mineras y de otros secto­res, como la pesca, cementos, eléctrico, gasífero, agroindus­tria etc. tienen que asumir su responsabilidad social, pues no están pagando lo que debieran pagar en relación a la riqueza creada.

Si en el período de bonanza con altos precios de los mine­rales 2003 al 2014, han obteni­do ganancias extraordinarias, y después los precios se han mantenido atractivos, gracias a los bajos costos de producción, mínimos costos ambientales y franciscana tributación.

RENTA MINERA AURÍFERA

Es más, en la presente co­yuntura las empresas auríferas y cupríferas esperan mejores precios a pesar de la pandemia mundial. La China Popular demanda más del 50 % de la producción mundial del metal rojo, y espera crecer este año a pesar de todo.

En el caso del oro, si de un promedio de casi seis millones de onzas anuales producidas para la exportación a precios superiores a los US $ 1,450 dó­lares la onza con tendencia al incremento por su función de reserva mundial de valor, casi dos millones son producidas por la minería informal que no paga impuestos ni regalías con una grave contaminación am­biental.

Esta producción minera in­formal está articulada a la pro­ducción minera formal, pues en muchos casos las empresas formales compran la produc­ción de la pequeña minería.

Es más, en la llamada mine­ría informal, los tenedores de las “concesiones mineras”, como la actual ministra de energía y minas, cobran regalías del 15% al 30% a los pequeños mineros y mineros artesanales por la ex­plotación de oro que yace en el subsuelo, y el Estado no partici­pa de esta riqueza.

En verdad, ante la prevista catástrofe de la economía y so­ciedad, el sector minero en es­pecial el aurífero está ansioso por aprovechar las mejores ex­pectativas del precio del metal amarillo, que algunos estiman debe superar los US $ 2,000 dó­lares la onza a finales de año, con costos de producción reales menores a los US$ 800 dólares la onza.

SED DE RIQUEZA PRIVADA

Es tal la codicia de nuestros empresarios mineros que pre­sionan por volver a las operacio­nes a “plena capacidad”, pues estuvieron bajo un régimen relativo de aislamiento con un mínimo de operaciones gracias a la norma que los calificó como “servicios esenciales”

Con las propias fuentes em­presariales en el sector minero por ahora, a la primera semana de mayo se constatan más de 250 infectados por el “corona virus”, y solamente la Mra. An­tamina que opera en el Callejón de Conchucos/Ancash, con más de 2,300 trabajadores ha tenido que reconocer el contagio de más de 210 trabajadores infec­tados por “corona virus”, sobre todo de las empresas de services o contrata que resulta ser la ma­yor participación en el empleo minero.

En verdad, ¿Qué se puede esperar a partir del 11 de mayo cuando se reinicien las operacio­nes mineras? Con un estado que no tiene un sistema efectivo de fiscalización, pues la Sunafil no podría supervisar virtualmente la realidad de las actividades.

GRUPO HOCHSCHILD MINING

En una entrevista amigable al Ing. Eduardo Hochschild en un diario local, declaraba la ca­beza de una de las más grandes fortunas mineras del país, que lo ubican como el tercer productor mundial de plata gracias a la explotación de las unidades de Ares, Arcata, Pallancata, e Inmaculada, en Arequipa y Ayacucho respec­tivamente, y titular de Ce­mentos Pacasmayo, además de loable promotor educativo de Tecsup y de la universidad tecnológica UTEC

Si bien en la referida en­trevista se hace mención a las diversas actividades benefac­toras del grupo Hochschild para paliar el “hambre del entorno minero”, y los diver­sos aportes tecnológicos que estaría por hacer en salud, lamentablemente ninguna aclaración sobre la compra de una serie de departamen­tos en el corazón de Nueva York, con una inversión de US $ 28 millones de dólares en plena pandemia.

Si bien debemos reconocer el pleno derecho de tales in­versiones en una empresa que opera exitosamente en el país y declara su matriz en paraí­sos financieros, con resultados elusivos a las rentas fiscales.

En tal sentido, sería inte­resante saber por la mínima transparencia los abonos del impuesto a la renta realmen­te pagado por las operaciones mineras y cementeras, pues el canon minero que perci­be Ayacucho, y Arequipa, más el “canon no metálico” producto de las actividades industriales en el subsector cementero son francamente miserables.

En verdad, el impuesto a la riqueza patrimonial resul­ta un imperativo histórico, social y moral hasta por el propio interés de las clases propietarias/empresariales que se han beneficiado de una serie de exoneraciones, devoluciones tributarias, elusiones fiscales, regímenes especiales y abusos al consu­midor. El Presidente Martín Vizcarra tiene la iniciativa por ahora y en el Congreso de la República se preparan para discutir el tema.

https://diariouno.pe/columna/confiep-insensibilidad-y-codicia-empresarial/

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