Comentario sobre Las Dos Mitades, “Dios es parte de la naturaleza”

Alberto Chirif

El pasado viernes 14 de febrero, en el local de la dirección Desconcentrada de Cultura de Loreto, se presentó el libro Las Dos Mitades, elaborado sobre la base de testimonios del profesor shawi Rafael Chanchari, recogidos y editados por el investigador italiano Riccardo Badini. En el acto hablaron los dos coautores, Armando Almeida Nacimento, responsable de cultura del Gobierno Regional de Loreto, la directora de la mencionada sede desconcentrada, Maritza Ramírez Tamani, y el antropólogo Alberto Chirif. A continuación, se transcribe la presentación de este último.

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Agradezco a Rafael Chanchari y a Riccardo Badini por invitarme a presentar el libro. Rafael pertenece al pueblo indígena Shawi, es maestro y ejerce su profesión en el Programa de Formación de Maestros Bilingües de la Amazonía Peruana (Formabiap), además de médico vegetalista. Riccardo es investigador, profesor de la Universidad de Cagliari (Italia) y de la Universidad Ricardo Palma (Perú).

Como lo señala el profesor Badini en la introducción, el título del libro se inspira en Las Tres Mitades de Ino Moxo, del poeta César Calvo. No es hablar mal de alguien que no puede responder por estar muerto, porque cuando vivía se lo dije a César Calvo, a mí el libro no me gustó por dos razones. Su oscilación entre el testimonio y la ficción poética (se me ocurre que el autor debió optar definitivamente por esta última); y lo frondoso del lenguaje empleado, la exuberancia de la adjetivación que, a mi juicio, hace que se pierda el poder de la palabra. Recuerdo un episodio que me contó César, acá en Iquitos, que aconteció poco después del primer intento de suicidio de José María Arguedas. Fue un encuentro en la casa de este, en Chaclacayo. Recuerdo en síntesis lo que me narró. Al término de la reunión, César le preguntó qué podemos hacer los amigos, José María, para que esto (su intento de suicidio) no vuelva a suceder. El escritor, luego de meditar, le respondió, impedir que los españoles lleguen América. Es un relato estremecedor que, lo lo he pensado muchas veces, pudo no haber sucedido nunca, pudo haber sido una invención del momento de Cesar, pero esto no quita su calidad de verdad, porque la tragedia de Arguedas era no aceptar la Conquista ni la destrucción de las sociedades indígenas por los europeos y los peruanos que los sucedieron. Le pregunté a César por qué no lo había incluido en su libro, que yo ya había leído, y me contestó que sí lo había hecho. Fue necesario que me precisara la parte del libro para que encontrara algo de este hecho, perdido en una maraña de adjetivos y figuras.

Mediante entrevistas, Riccardo Badini recoge pasajes importantes de la vida de Rafael Chanchari, que se inician con la definición de sí mismo hecha por este (soy indígena, soy shawi, soy moreno); sigue con una relación de sucesos mitológicos que tienen que ver con la aparición de los Shawi en la Tierra y, lo que es tan importante como esto, con la adquisición de las destrezas de este pueblo para adaptarse a su hábitat y normar las relaciones entre los seres humanos y entre ellos y los seres de la naturaleza; y se completa con consideraciones sobre Dios y la naturaleza, sobre su formación como médico vegetalista y su reinserción en el mundo de la chacra, aunque ya no en su comunidad sino en un lugar ubicado en la carretera Iquitos-Nauta.

Valgan unas consideraciones sobre el tema de los mitos, comentando, y discrepando, con las hechas por Riccardo en la introducción. Es cierto que la palabra mito ha devenido en sinónimo de fantasía, ilusión e, incluso, de abierta mentira, y también de imaginación construida por una sociedad para representar a otra y a su hábitat. Por ejemplo, la selva como misteriosa e infierno verde, y los indígenas como crueles, amorales, turbas sin ley. Se trata de un imaginario al servicio de los intereses del dominador. Pero el mito en verdad es otra cosa, es una manera metafórica de referirse a la realidad que encierra enseñadas filosóficas y morales. Es en este sentido que entiendo la palabra mito que, por lo demás, se expresan con un lenguaje poético insuperable. Recuerdo ahora un fragmento del mito de Creación del mundo según los Bora: “El Creador entonces hizo aparecer la Tierra con forma de seno de mujer, y de su pezón salieron los alimentos, la yuca brava y la dulce, los frutos comestibles y el tabaco y la coca”. Y otro de los Huitoto: “Era la nada, no había cosa alguna. Allí el Padre palpaba lo imaginario, lo misterioso. No había nada. ¿Qué cosa habría? Naa?nuema, el Padre, ‘el que es la nada’, en estado de trance, se concentró, buscaba dentro de sí mismo. No había árboles. El Padre rodeado de la nada la controló con ayuda de un hilo soñado y de su aliento. Reinaba el vacío. El Padre examinaba el fondo de ese vacío y buscaba aquello que es nuestra vida”. Por supuesto, las metáforas no son evidentes, nunca lo son; tampoco las creadas por los poetas, y hay que descubrir su significado mediante una inmersión en el mundo que describen.

El presente libro se inserta en algo que podría ya estarse haciendo una nueva tradición en el Perú, en la que son los propios protagonistas quienes expresan su palabra. En 2017, el libro No estoy viajando callado, editado por la Universidad Católica del Perú, daba cuenta de la historia del docente bora Hilario Díaz Peña, que trabaja en comunidades shipibas del Ucayali. Un par de años después, Soy Sontone, historia de una vida en aislamiento, de Héctor Sueyoyumbuyo y Antonio Sueyo Irangua, editado por el Instituto de Estudios Peruanos, narra la historia, con voz propia de indígenas aislados en Madre de Dios. Un trabajo mío, Después del Caucho, también se inserta en esta tradición de expresión directa de la palabra de la gente. Recuerdo lo que decía Julio Ramón Ribeyro respecto a su libro de cuentos La Palabra del Mudo, que lo había escrito para dar voz a aquellos que no la tenían. A mí me gustaría ir más allá, inaugurando una línea editorial que, se me ocurre, podría llamarse Voces Propias, en la que no sean los escritores u antropólogos quienes hablen por los mudos, sino ellos mismos quienes hagan conocer su palabra.

No he leído todo el libro. Imposible hacerlo en el corto tiempo que he dispuesta para esto. He seleccionado algunos capítulos para leer y, de estos, algunos para comentar.

Aunque el primer capítulo se titula “Soy moreno y hablo una lengua indígena”, el relato de Rafael comienza de otra manera. “Yo me represento como shawi, como indígena, así con mi estatura, yo soy de estatura baja, soy moreno, hablo una lengua indígena…”. En este caso, el orden de los factores sí altera el producto. No es el color la primera característica elegida por Rafael para autodefinirse, sino su condición de shawi y de indígena. Planteo algunas reflexiones sobre la palabra indígena, que no significa otra cosa que originario del país o del lugar del que se trata. Pueblo indígenas o pueblos originarios son términos que se emplean de manera indistinta. No es ninguna sorpresa encontrar que García Lorca la utilice en sus dramas, al igual que Juan Valera, en su Juanita la Larga, para referirse a personas de los pueblos donde se ubican estas obras. El hecho de que en el Perú se haya tomado como sinónimo de indio (que, en realidad, es el gentilicio de India) tiene que ver con el carácter racista del país y no con su etimología. Y es justamente el racismo lo que en el Perú ha llevado a conceptualizar indígena como un estadio de la evolución de las sociedades. Esto es lo que expresan los funcionarios cuando dicen que tal o cual persona o comunidad “ya no son indígenas”. ¿Cómo un pueblo originario puede dejar de serlo? ¿Cómo su existencia antes de la presencia europea puede ya no tener esta característica de precedencia en el tiempo? ¿En qué momento los pueblos indígenas pueden haberse convertido en posteriores a la conquista? Sin ser marxistas, esos recogen inconscientemente las etapas establecida por Engels por las cuales, según este, atraviesan inexorablemente todas las sociedades: salvajismo, barbarie y civilización. El tema, una vez más, es político, ya que, congelar a los indígenas en el tiempo (y en la imaginación: los indígenas tienen que parecerse a la imagen que la sociedad dominante ha fabricado sobre ellos) es una manera de negarles derechos especiales, los que precisamente están reconocidos en las leyes y en documentos internacionales tan importantes como el Convenio N° 169 de la OIT o la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Rafael reafirma la importancia de su autoidentificación como indígena en lo que dice a continuación: “…me gustan actividades que desarrollan mis padres, que mis padres me heredaron, me gusta estar sembrando, me gusta estar criando, me gusta estar cazando, me gusta compartir con mis paisanos, con mis hijos, con mi mujer y con mis sobrinos, con mis hermanos, estar compartiendo, esa es mi alegría, cuando comparto algo. Cuando no tengo que compartir entonces es una pena, porque a veces las condiciones no me ofrecen para poder ofrecer, no podemos ofrecer nada si no tenemos nada, nada podemos ofrecer. Entonces eso es el aspecto como shawi”. De lo que está hablando Rafael, es de la reciprocidad, ese mecanismo que estructura y consolida el tejido social, que define el sentido de comunidad en su exacta dimensión, no como agrupación creada por mecanismos de reducción, sino por el hecho de compartir entre parientes y afines para fortalecer lazos.

En ese capítulo, Rafael se define también como profesor, uno al que le gusta leer mucho, y como médico vegetalista que debe tener mucha paciencia con sus pacientes para poder escuchar y, escuchando, poder aprender, y aprendiendo, poder dar consejos. Hay mucha sabiduría en estas palabras que contrastan con la actitud de los necios que sin escuchar ni aprender se creen en capacidad de aconsejar.

En el capítulo “Volver a la Chacra”, Rafael comienza reflexionando sobre su condición actual de shawi que vive en la ciudad, y destaca la siguiente paradoja: me he “trasladado de mi tierra, de mi pueblo a una ciudad, para ejercer la docencia en formar nuevos maestros, con nuevos enfoques, con el… con el tema intercultural y del bilingüismo, en ese contexto yo me he… desenraizado de mi cultura, de mi pueblo”. Sigue: “…yo puedo hablar de mi lengua, yo puedo hablar en el contexto de la formación de maestros, puedo hablar de las sabidurías ancestrales, prácticas medicinales, costumbres, de la forma de alimentarse muy diferente con lo que tenemos en la ciudad, la forma de curarse de una herida pero ya casi no estaba practicando, porque aquí una enfermedad hay que acudir a la farmacia, hay que sacar una consulta con los médicos, hay que ir a hacer cola en las postas médicas, hospitales, pero yo seguía hablando sobre nuestro futuro, nuestros conocimientos”. La conclusión es dramática: el traslado de su pueblo para enseñar educación bilingüe intercultural ha terminado por desarraigarlo de su pueblo, de su cultura, para convertirlo en un habitante de una ciudad donde no puede practicar lo que él enseña. En otras palabras, el desarraigo lo ha llevado a vivir de una manera contraria a la que él enseña. Pero Rafael tuvo la claridad para ver el problema y la fuerza para corregirlo. Así, buscó una tierra donde cultivar y la encontró en la carretera Iquitos-Nauta.

La búsqueda y encuentro de un nuevo espacio donde vivir encierra, además de belleza formal, enseñanzas acerca de la solidaridad. Encuentra a la familia Panduro, también de raíces indígenas, como lo demuestra su voluntad de compartir, que lo ubica en un terreno donde Rafael construirá su casa y cultivará su chacra, pero, a su vez, instalará, al estilo indígena, la familia extensa con la cual establecer relaciones de reciprocidad. “Ahorita estamos: mi esposa, mi primo con su mujer, mi hijo con su mujer, otro mi sobrino con su mujer, otra mi prima con su marido, ahorita están cuatro familias en la chacra…”. Esto nos pone nuevamente frente al tema de la identidad indígena, vista no desde el esencialismo de quienes creen que, si desaparecen ciertos rasgos y características, desaparece también el ser indígena, sino desde esa extraordinaria capacidad adaptativa que muestran los pueblos indígenas a lo largo de su historia. Y nos pone ante la realidad de un entorno de Iquitos, en el que la solidaridad y la reciprocidad mantienen su vigencia como valores para la convivencia.

El último capítulo al que quiero referirme se titula “Dios y todos los seres están dentro de la naturaleza”. En él Rafael se refiere a su preparación como médico vegetalista, mediante la toma de ayahuasca, y reflexiona sobre Dios. Habla de experiencias que lo llevaron, según sus palabras, fuera del universo, donde “es puro abismo”. Sus reflexionas suenan a verdad. No hay en ellas nada impostado, inauténtico. No hay montaje, no hay farsa espiritual para vender productos esotéricos. En cambio, hay la vivencia profunda de alguien que ha llegado hasta los abismos de la vida, del misterio que seguirá sin develarse, sin tener certeza de hasta cuándo, de lo insondable de la vida humana. Dice: “[Dios] Sí existe pero no con ese nombre, entonces ahí es donde me dice: ‘Dios no existe, Dios es creado por la humanidad, el hombre le puso ese nombre, como ser sobrenatural pero no hay ningún ser sobrenatural, todos los espíritus, todos los seres están dentro de la naturaleza’, por eso aquel señor que le llamamos Dios, no existe, no existe fuera del universo sino dentro, es parte de la naturaleza, él no es Dios, él es la vida. Él es espíritu de la vida, por él existe la vida, está… aquí… aquí está él, en ti está la vida, en mi está la vida, en las plantas está la vida, en la tierra está la vida, en el agua está la vida, en los animales, en los insectos está la vida, entonces ahí está él y no está en lo sobrenatural. Entonces él no es Dios, él es la vida. Entonces me dice: ‘Dios existe gracias al hombre, porque si el hombre no existiera, Dios no existiera, no habría quién hable de él’”.

No sé si esta visión resuelva el reclamo de Vallejo cuando escribe: “Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios”, pero para pi me resulta difícil decir algo más después de leer las reflexiones de Rafael.

Terminó acá mis comentarios, no sin antes reiterar mis felicitarlo a él y a Riccardo, y a la Editorial Horizonte que ha hecho posible este libro.

Agradecemos a Alberto Chirif por compartir sus comentarios con nuestras lectoras y lectores

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